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Messi, el genio incompleto

Si cada persona arrastra una cruz, la de Lionel Messi es, sin lugar a dudas, la de tener que soportar la eterna comparación con Diego Armando Maradona. Y aunque son esencialmente diferentes, los hinchas nunca dejarán de ensayar ese paralelismo inconducente.

Decir que a Messi le falta ganar un Mundial para quedar definitivamente consagrado en el altar del fútbol argentino sería un acto de injusticia. Estuvo a poco de lograrlo, pero se sabe que esa corona no es un condicionante para que ocupe un lugar destacado en nuestra historia futbolera. Sin embargo, él siente en lo profundo de su ser que tiene una materia pendiente.

A eso apunta ‘Messi, el genio incompleto’ (Editorial El Ateneo), el último libro del periodista Ariel Senosiain. No es la biografía del jugador, sino el intento de escarbar en su personalidad y desnudarlo narrando diversas situaciones de su vida como futbolista, un rosario de hechos y anécdotas que no siempre están emparentados con el éxito.

Pareciera como si el verdadero Messi pudiese ser vislumbrado sólo en los angustiantes momentos de la derrota. Cuando aislado en el vestuario se deja ir en lágrimas. Lo ha ganado casi todo, pero le falta eso que el tanto añora.

El prólogo escrito por Martín Caparrós nos ayuda a comprender una parte del fenómeno Messi, “el retrato de un muchacho que sufrió más de lo necesario”. Un ejemplar irrepetible en estos tiempos de fútbol global y marketinero, que no ha conseguido aún lo que tanto buscaba o, tal vez, como asegura el escritor, “sí que lo consiguió, y todavía no lo entendimos”.

Senosiain reúne voces, testimonios de quienes han estado o compartido momentos en la carrera de Messi. Es, ante todo, una persona a la que no le gusta perder. Y no le gusta perder a nada. Lo cuenta el masajista, que vio volar y estrellarse contra la pared a su teléfono celular, luego de que le ganó con jactancia un partido de truco al 10.

El libro recorre los inicios de Messi, allá y hace tiempo, cuando era un pibito ignoto que entró por la ventana en la vida de todos. Impuso entre sus pares el respeto a partir de lo que hacía en cada entrenamiento, en cada partido. Dicen sus colegas que ejerce un liderazgo silencioso, que se puede ser la cabeza de un grupo desde otro lugar que no sea la arenga, el pecho inflado, la guapeza. En el fútbol, me tomo la licencia de dudar que sea así.

El autor elige entonces echar luz sobre un puñado de hechos, escogidos por alguna singularidad. Finales perdidas, penales errados, la primera vez que fue capitán, su relación con Grondona, la primera expulsión. La prosa muestra a un hombre que es feliz con la pelota, y que llora las derrotas como un niño.

Es distinto, pero cuentan en que en la intimidad del grupo prefiere ser uno más. Tal como ocurría con Maradona, Messi mueve multitudes y empuja al delirio allí adonde se haga presente. Pero él sólo piensa en la pelota, casi con obsesión. Y se queda hasta entrada la madrugada, en la habitación de la concentración, jugando fútbol-tenis con su compañero de cuarto hasta las tantas. Siempre con la pelota, siempre.

Surcar las páginas de este libro es, de alguna manera, hacerse un poco más amigo de Messi, romper barreras, quererlo por lo que nos da como hinchas del seleccionado, aunque tal vez nunca logre lo que tanto busca.