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La educación transformada en botín de la guerra política

Un nuevo año comenzó y las definiciones sobre la apertura de las escuelas aún siguen sin resolverse». Mauricio Macri lanzó la bomba y desató una guerra impensada con la educación como botín. Provocó esquirlas en el Gobierno nacional, aferrado a la idea de que la pandemia impedía tomar decisiones a largo plazo. Obligó al presidente Alberto Fernández a anticipar que las clases presenciales se retomarán en marzo, venciendo toda resistencia de los gremios docentes, que siempre se mostraron reacios a regresar a las aulas con el argumento de que las condiciones sanitarias no estaban dadas. Sí, la guerra estaba declarada.

Al inesperado ataque del ex mandatario que busca reagrupar filas tras su derrota en el campo de batalla de las elecciones de 2019 le siguió la réplica del ministro de Educación, Nicolás Trotta, quien lo tildó de “cínico” y lo acusó de haber dejado desamparadas a las escuelas y a los alumnos durante su gestión.

MACRI PLANTÓ LA BOMBA Y OBLIGÓ AL PRESIDENTE A CONTRAATACAR.

Rápidos de reflejos, los sindicatos docentes fueron fieles a su alineamiento con el kirchnerismo y dejaron en claro que sin vacunas ni un plan integral con protocolos y estrategias claras no sería posible el regreso a las clases presenciales.

Fernández entendió rápidamente la situación y, con la vacuna contra el coronavirus como arma de destrucción masiva para terminar con las escaramuzas iniciadas por Macri, se encargó de establecer que la educación es prioridad en su gobierno y de anunciar que en marzo millones de niños y niñas volverán a las aulas que dejaron en el tercer mes del 2020, casi coincidiendo con el inicio de un ciclo lectivo que sufrió más que ninguna otra actividad los efectos del Covid-19.

Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete de ministros del Poder Ejecutivo Nacional, completó el plan de acción del Presidente vaticinando que se prevé inocular al personal docente durante febrero para que en marzo esté protegido y se puede cumplir la palabra del Jefe de Estado, cuya imagen quedaría muy dañada con otro año de escuelas vacías.

TIERRA ARRASADA

Esta contienda tiene más matices políticos que educativos. Tanto la oposición como el oficialismo enarbolan la bandera del interés por la formación de las generaciones del futuro sin entender realmente qué significa volver a la presencialidad y qué representó un ciclo lectivo muy particular en el que la virtualidad intentó compensar todo lo que se perdió fuera de los salones de clase.

La promesa de reabrir las escuelas suena como dulce melodía, pero oculta los estallidos que provocan las dificultades que entraña tamaña decisión. Las escuelas no están listas para la nueva normalidad. El aspecto edilicio de la mayoría de ellas impide seguir al pie de la letra las instrucciones respecto de distanciamiento y nociones de seguridad sanitaria que impone la pandemia.

Este cuadro hace necesario analizar los establecimientos educativos individualmente para decidir cuáles pueden recibir estudiantes y cuáles no. No se trata de promesas lanzadas al aire ni de anuncios grandilocuentes.  

LAS ESCUELAS NO ESTÁN PREPARADAS PARA LA NUEVA NORMALIDAD.

Tampoco es posible imaginar en este contexto el repentino flujo de alumnos -y padres acampándolos- en el transporte público.  Hasta ahora no hubo precisiones respecto de si existe un modo de adecuar a los ómnibus escolares para trasladar a tantos niños y niñas garantizándoles que no queden expuestos a los azotes del virus.

El cuadro hace imperativo reparar en detalles que en condiciones normales resultarían insignificantes, pero que hoy adquieren una importancia enorme. Abrir una escuela supone implementar medidas excepcionales para garantizar la limpieza, con la consiguiente necesidad de conferirle un rol decisivo al personal de maestranza, generalmente minoritario en los establecimientos.

No se puede perder de vista que los docentes no tienen dedicación exclusiva y suelen ir de una escuela a otra. ¿Cómo se les asegura cumplir su rol en términos adecuados si ni siquiera se sabe si estarán disponibles las vacunas más allá de las expresiones de deseos gubernamentales?

Y por supuesto en el medio aparecen los sindicatos. Habituados a la puja política, les preocupa poco y nada la educación. A regañadientes escucharon el anuncio presidencial. Están en la encrucijada de respetar su cercanía con el Gobierno o de mantener el permanente estado de conflicto en el que tan eficazmente se mueven.

VÍCTIMAS INOCENTES

En medio de los interrogantes que plantea un posible regreso de las clases presenciales se debe tomar en cuenta lo que se quebró durante 2020 en el terreno de la educación.

Muchos alumnos perdieron contacto con sus escuelas. Falta de conectividad, imposibilidades económicas de disponer de una computadora o de un teléfono celular con acceso a internet, desinterés, falta de motivación, despreocupación por parte de los padres…

Las razones son infinitas y exceden la chicana política planteada por Trotta al reprocharle a Macri que en su administración se interrumpieron los planes de distribución de notebooks que había instalado Cristina Fernández de Kirchner en su gobierno. En un país con tantas carencias tecnológicas no basta con tener un dispositivo en casa.

Las sesiones de Zoom no reemplazaron a las clases tradicionales. Fueron una salida de emergencia, no una estrategia. Los docentes se vieron forzados a aprender para poder enseñar. Muchas veces ni siquiera enseñaron, sino que contuvieron a chicos sacudidos emocionalmente por el encierro.

El esfuerzo y la creatividad que pusieron en juego para que la educación no naufragara fueron enormes. La vocación afloró con una fuerza inusitada. Al menos eso sucedió con la mayoría de los docentes. Otros, sabedores de que su empleo no estaba en riesgo, se entregaron a la mansa comodidad de esperar a fin de mes para cobrar el sueldo hayan tenido o no contacto con sus alumnos.

EL ZOOM FUE UNA SALIDA DE EMERGENCIA, NO UNA ESTRATEGIA.

Los padres se transformaron en involuntarios asistentes de los educadores. Tampoco estaban preparados para ello. Algunos hasta conocieron a sus hijos fuera de la comodidad del hogar -aun cuando estuvieran en sus casas- y descubrieron conductas que sólo se expresaban en el ámbito del aula. La noción de que muchas veces la escuela funciona como guardería quedó expuesta con rotunda claridad.

El quebranto de la economía por una cuarentena tan pronunciada se notó en la educación.  Muchas familias dejaron de pagar las cuotas de los colegios privados. Eso derivó en el cierre de cursos que se verá reflejado en el ciclo lectivo 2021, cuadro que afecta la estabilidad laboral de numerosos docentes.

Los jardines maternales también están en vías de extinción.  El sistema educativo no los contempla como un escalón obligatorio de la trayectoria escolar y por eso muchos establecimientos bajaron la persiana y provocaron despidos en masa.

Absurdamente, la educación se convirtió en el botín de guerra de la clase política. Así, el país no aprende de sus errores.