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El Peque es grande

Diego Schwartzman mide apenas 1,70 metro. Es diminuto en un mundo como el del tenis en el que muchos gigantes sacan rédito de su altura para darle mayor potencia a sus golpes. En especial al saque, tan decisivo en estos tiempos. Los grandotes dominan ese deporte. Por supuesto existen casos en los que el talento equipara o directamente pulveriza la ventaja que dan los centímetros. El suizo Roger Federer, el español Rafael Nadal (ambos de 1,85) y el serbio Novak Djokovic (1,88) no sorprenden por la altura, sino por el juego. Son los mejores. Siguen siendo los mejores a pesar del paso del tiempo. Y el argentino, el Peque para todos, acaba de demostrar que también es grande.

Dejó fuera de carrera a Nadal, quien puede jactarse de ser el rey de Roma. El rey del polvo de ladrillo, en realidad. Schwartzman le ganó a Rafa 6-2 y 7-5 y se instaló en las semifinales del Masters 1000 que se desarrolla en el Foro Itálico. Se trata de la victoria más importante de su carrera.  De hecho consiguió su primer éxito sobre el actual número dos del mundo. Llevaba nueve derrotas en los enfrentamientos entre ellos. Es más: nunca había derrotado a un top 3. Ni siquiera a un top 5.

Nadie festejó tanto como Nadal en la capital italiana desde que en 2005 superó en la final al Mago Guillermo Coria, otro argentino. Su última caída en Roma había sido en los cuartos de final de 2017 a manos del austríaco Dominic Thiem, flamante campeón del Abierto de los Estados Unidos. Es cierto, este torneo representó su vuelta a los courts después de la interrupción forzosa por el coronavirus. No jugaba desde febrero. Eso no le pesó para deshacerse de su compatriota Pablo Carreño Busta y del serbio Dusan Lajovic, pero contra Schwartzman no le funcionó el saque y cometió insólitos 30 errores no forzados.

RAFAEL NADAL.

El Peque se parece en alguna medida a Nadal. No en la altura, tampoco en el talento. Sí en la consistencia, en lo fuerte que le pega a la pelota y en la férrea voluntad que le impide darse por vencido. Si Rafa se antoja un frontón que las devuelve todas, el argentino es igual. Y si Rafa falla más de la cuenta contra un jugador que no cometer errores, cualquier cosa es posible. Por eso Schwartzman le quebró dos veces el saque en cero. Le jugó siempre pelotas incómodas que sacaron de eje a un fenómeno del tenis que está en pleno proceso de reencuentro con la competencia. El argentino tuvo una excelente actuación, la única manera de dejar con las manos vacías al que juega mejor que nadie sobre el polvo de ladrillo.

Schwartzman va en busca de la final. Hoy a las 14 se medirá en semifinales con el canadiense Denis Shapovalov, un exponente de la nueva generación del tenis. Del otro lado del cuadro aparecen Djokovic (número uno del mundo) y el noruego Casper Ruud.

Roma ha sido la tierra prometida para el tenis argentino en otros tiempos. El fantástico Guillermo Vilas, José Luis Clerc y Alberto Mancini fueron campeones en la Ciudad Eterna. Es imposible pronosticar si seguirá sus pasos este diminuto hombre de 1,70 metro. Lo único que queda claro es que, después de su histórico éxito sobre Nadal, el Peque demostró que es grande.