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Cuando el fútbol argentino se vistió de luto

EL MORRO TENÍA 30 AÑOS.

La muerte del Morro causó sorpresa, conmoción, incredulidad… Santiago García tenía apenas 30 años y su decisión de quitarse la vida como alternativa final para librarse del cuadro depresivo que se había cernido sobre él propició debates postergados en el fútbol argentino. Desde la necesidad de apelar a la psicología como aliada en la preparación integral de los jugadores hasta la incómoda situación de un ser humano que se sabe defenestrado por el club que lo contrató, pasando por la necesidad de entender que el que juega, hace goles o los evita es una persona carne y hueso con las mismas debilidades y miedos que cualquier otra… Se habló de todo. Esta triste situación también activó los mecanismos de la memoria para traer al presente otros casos de decesos inesperados que vistieron de luto al fútbol argentino. Un repaso lúgubre en el que se mezclan los recuerdos con el dolor por la prematura partida de muchas figuras.

MIRKO SARIC.

Los casos más cercanos en el tiempo que se asemejan al triste desenlace del goleador histórico de Godoy Cruz son los de Mirko Saric y Sergio Schulmeister. El pibe de San Lorenzo le puso el punto final a sus días el 4 de abril de 2000, cuando apenas tenía 21 años. Fino, elegante, con todo el futuro por delante, una grave lesión de ligamentos sufrida en 1999 y el prolongado período de recuperación lo empujaron a una crisis que desembocó en un suicidio por ahorcamiento con una sábana en su casa de Flores.

El 4 de febrero de 2003 Schulmeister recurrió a un cinturón para terminar con el sufrimiento que acechaba a una personalidad un tanto inestable que no pudo soportar una reciente ruptura amorosa y un mal momento en Huracán, donde había perdido el puesto.

DESAPARICIONES INESPERADAS

JACOBO URSO.

La muerte de Jacobo Urso se transformó en el caso más emblemático de amor por la camiseta. El 30 de julio de 1922 el futbolista de San Lorenzo chocó con dos jugadores de Estudiantes de Buenos Aires (Comolli y Juan van Kammenade) y sufrió la fractura de dos costillas. A pesar del dolor que sentía, se rehusó a dejar la cancha. Tenía un pulmón perforado. Se desmayó y fue internado de urgencia en el hospital Ramos Mejía, donde falleció el 6 de agosto a los 23 años.

Oscar Jorge Suárez era un centrodelantero surgido en Estudiantes de La Plata que colaboró con el ascenso de Temperley a Primera en 1975. Tiempo después, ese club emprendió una gira por Africa. Todo el plantel se vacunó contra la fiebre amarilla, el tifus y la viruela. El atacante, de 23 años, contrajo paludismo y murió el 19 de febrero de 1976.

TOMATE PENA PERSEGUIDO POR UN JOVEN DIEGO MARADONA.

Si de decesos sorpresivos e insólitos se trata, sin dudas el de Hugo Pena se anota en ambas categorías. Tomate (padre de Sebastián, conocido como Tomatito) se estaba reponiendo de una rotura de ligamentos del tobillo derecho. Tenía el pie sumergido en agua y sal cuando  intentó cambiar de canal el televisor y sufrió una descarga eléctrica de la que no logró sobrevivir.

Oscar Víctor Trossero se había incorporado a River después de una carrera que mostraba pasos por Boca, Racing, Unión y el fútbol francés. Llevaba siete tantos en sus primeros 22 partidos con la banda roja cubriéndole el pecho cuando el 12 de octubre de 1983, a los 29 años, murió súbitamente en el vestuario por el estallido de un aneurisma cerebral luego de un partido contra Rosario Central.

EL BÚFALO FUNES.

El fútbol argentino se hundió en un profundo dolor cuando Juan Gilberto Funes, el Búfalo, figura estelar en la primera Copa Libertadores obtenida por River y con un notable desempeño en Vélez en dupla con Ricardo Gareca, falleció el 11 de enero de 1992 a causa de una endocarditis protésica detectada cuando estaba consumando su llegada a Boca. Ese delantero corpulento que se antojaba indestructible apenas tenía 28 años.

EDGARDO PRÁTOLA.

Idéntica situación se vivió con la desaparición física de Edgardo Prátola. El Ruso, un recio zaguero de Estudiantes, no pudo vencer al cáncer de Colón que acabó con él 27 de abril de 2002 después de haberse entregado en cuerpo y alma a la lucha contra esa enfermedad que se lo llevó a los 32 años.

También por males terminales el fútbol perdió a Pedro Ponce, de Vélez, en 1923; Eduardo Folgado, promisorio jugador fortinero de mediados de los ´40; Angel Beltrán, defensor de Huracán, de 27 años, en 1986; Gonzalo Peralta, de 36, de Riestra, en 2016 y el ex arquero de Boca Gustavo Eberto, quien, con rico currículum en las selecciones juveniles, murió a los 24 años el 3 de septiembre de 2007.

GARRAFA SÁNCHEZ.

José Luis Sánchez fue, tal vez, el último exponente del potrero que sobresalió en el profesionalismo. Garrafa, a quien le daban lo mismo las canchas peladas del Ascenso que los grandes estadios de Primera División, había regresado a Laferrere, el club del que surgió. El 8 de enero de 2006 murió haciendo ridículas piruetas con su motocicleta. Una década antes se había frustrado su pase a Boca justamente porque Carlos Salvador Bilardo se había enterado de su peligrosa pasión por las dos ruedas…

Tan absurdo como ése fue el deceso de Emanuel Ortega. El pibe de 21 años, que jugaba en San Martín de Burzaco, chocó contra una pared de cemento que rodeaba la cancha en un partido contra Juventud Unida, por el certamen de la D. Pasó el 3 de mayo de 2015 y sirvió para desnudar el déficit estructural de ese deporte en nuestro país.

Lucas Molina apenas había vivido dos décadas cuando un paro cardíaco mientras dormía le ocasionó la muerte el 28 de noviembre de 2004, dos días después de un partido. Era un proyecto de gran arquero surgido de las divisiones inferiores de Independiente gracias al ojo clínico del Miguel Angel Pepé Santoro.

VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA

FÉLIX LORENZO ORTE.

Jorge Coudannes, un mediocampista que había vestido las camisetas de River, Estudiantes y Talleres, actuaba en San Lorenzo cuando el 17 de abril de 1985 intentó resistirse a un asalto. El Chino, de 34 años, sufrió la perforación de un riñón, un pulmón, el hígado y el corte de la arteria aorta al ser baleado por los delincuentes.  Cuando intentaban salvarse la vida en el hospital Pirovano tuvo dos paros cardíacos.

La misma suerte -mala suerte, por cierto- sesgó la vida de Félix Lorenzo Orte. Fue asesinado el 19 de noviembre de 1989 en la puerta de su casa en un confuso episodio con todas las características de un crimen por encargo. El Pampa había tenido muy buenos desempeños en Banfield, Rosario Central, Loma Negra y Racing y hacia sólo seis meses que había cumplido los 33.

LA VELOCIDAD MATA

El 26 de noviembre de 2005 un grave accidente de tránsito detuvo la ascendente carrera de Emiliano Molina, un pibe de 17 años que, al igual que Lucas Molina, cumplía una buena tarea en los seleccionados juveniles y tenía todo para dar.

En hechos similares perecieron René Bravo, un santiagueño de 20 años que actuaba en Argentinos y se estrelló cuando viajaba a su provincia para visitar familiares y el 28 de marzo de 1993 le pasó lo mismo a Hernán René Solari, un mediocampista de Unión de 24 años que asomaba con buenos comentarios en Primera. Carlos Batista llevaba cuatro partidos en River cuando, a los 21 años, chocó con su auto y falleció el 27 de octubre de 1990. Diego Barisone, defensor de Lanús, impactó contra un camión a casi 200 kilómetros por hora y murió el 28 de julio de 2015.

TRAGEDIA EN LAS ALTURAS

Eliseo Mouriño, gran centrehalf (número 5 de nuestros tiempos) de los años ´50 en Banfield, Boca y la Selección argentina, murió en 1961 cuando el avión que trasladaba a su equipo, el Green Cross, de Chile, impactó contra el cerro Las Animas, a más 3.200 metros de altura.

EMILIANO SALA.

Emiliano Sala había firmado para el Cardiff galés que militaba en la Liga Premier inglesa. Sus goles en el Nantes resultaron el trampolín para su pase a una competición de mayor nivel. La transferencia se había acordado en 17 millones de euros. Partió de Francia el 21 de enero de 2019, pero la avioneta Piper PA-46 Malibu en la que viajaba se precipitó sobre el Canal de la Mancha. Pasaron varios días de desesperada vigilia hasta que el 7 de febrero los rescatistas encontraron su cadáver.

La muerte le ganó muchas veces por goleada al fútbol. Cualquier repaso es arbitrario e incompleto. El último capítulo de esta historia lo protagonizó ayer el Morro García. Por él y por tantos otros, el más popular de los deportes se sumió en profundo dolor que ni el luto más respetuoso consigue atenuar.