A Lionel Messi el soccer le queda muy chico. Ese deporte que practican los estadounidenses es casi un picado entre amigos para La Pulga. Él se dedica al fútbol y es muy probable que, con su arribo, la Major League Soccer (MLS) se parezca un poco más al fulbo, el juego que el argentino juega mejor que todos sus colegas. Su debut en Inter Miami fue una alentadora señal en ese sentido.
Aquí conviene ser prudentes y no pasar por alto que esa poco más de media hora en su nuevo equipo no constituye un examen demasiado difícil para Messi. La primera impresión es que el soccer no alcanza esa dimensión para el capitán del Seleccionado nacional. Pretender que el certamen norteamericano le plantee retos importantes al rosarino se antoja un error imperdonable. Porque La Pulga no firmó con ese modesto equipo para dar pruebas exigentes. Llegó a Miami para disfrutar del fútbol y tener paz.
El festejo del golazo con el que se presentó en sociedad junto a sus hijos es el ejemplo más perfecto de esta cuestión. ¿En qué otra competición un profesional tiene a su familia al costado de la cancha para fundirse con ella en un abrazo tan pasional? La respuesta es evidente: en ninguna. Y eso es lo que Messi escogió. No corrió a unirse al plan del inglés David Beckham de hacer crecer al Inter Miami y, por añadidura, a la MLS. Puede contribuir a ello, pero no como principal objetivo. Corrió a un lugar del planeta en el que puede ser Leo, el hombre que aspira a ir al supermercado con su familia sin ser acosado por hinchas enfervorizados.
JUEGA PARA GANAR
Para evitar pecados imperdonables es momento de dejar establecido que Messi no se mudó a Estados Unidos solo para estar tranquilo, pasarla bien con su esposa y sus niños y, al mismo tiempo, jugar un rato a la pelota y acrecentar su fortuna personal. Es un competidor nato y su incorporación al conjunto que dirige técnicamente Gerardo Martino también persigue un objetivo deportivo. De lo contrario, dejaría de ser Messi. El simple acto de salir a la cancha vestido de futbolista le activa el hambre de victoria. Juega para ganar. Siempre.
A juzgar por ese rato en el que actuó frente a Cruz Azul es evidente que el reto que tiene por delante no asoma tan complicado. No, no se está intentando menoscabar la liga norteamericana. Se trata de un fútbol en desarrollo. Es soccer tratando de convertirse en fútbol. Para que se entienda: el fútbol es pasión de multitudes y ciento por ciento competitivo; el soccer por ahora es un deporte que todavía no se instaló en el corazón de los estadounidenses y mucho menos se acercó al nivel de los torneos más tradicionales del mundo.
Messi puso sus pies en Estados Unidos como antes lo hicieron Pelé, Johan Cruyff, Franz Beckenbauer, Giorgio Chinaglia, Carlos Alberto, Gordon Banks, Roberto Bettega, George Best, Zlatan Ibrahimovic, Archie Gemmill, Elías Figueroa, Teófilo Cubillas, David Beckham, Geoff Hurst, Wim van Hanegem, Wayne Rooney y Carlos Valderrama, entre tantos otros. En el cada vez más próximo cierre de su vida profesional eligió el soccer para mantenerse activo y contribuir a su despegue. O, mejor dicho: a hacer que el soccer se asemeje al fútbol. Al menos a ayudar a lograrlo.
NO HACE MILAGROS
Hoy el Inter Miami está último en su zona en la MLS. Es poco probable que revierta esa situación en un abrir y cerrar de ojos. Sería poco menos que milagroso que eso suceda. Messi no hace milagros y el Tata tampoco. Mucho menos Sergio Busquets, otro grande en el tramo final de su carrera que desembarcó en el equipo de camiseta rosa. La Pulga, Martino y el mediocampista español tienen una función diferente: deben ser embajadores de una actividad que todavía tiene un vuelo muy bajo en Estados Unidos.
Sería pedirle demasiado al exatacante del PSG que se encargue de hacer que la competición norteamericana tome altura inmediatamente. Sería someterlo a una presión asfixiante. Messi hoy no busca eso. Pretende mantenerse unido al fútbol para no alejarse del Seleccionado. Y aspira a olvidar con rapidez los días tumultuosos en Francia.
El Messi feliz que sonríe ante el recibimiento de una hinchada que lo ve como un fenómeno demasiado lejano y que brindó destellos de su juego sin igual en poco más de media hora de acción es necesario para que Inter Miami se sienta protagonista del fútbol. Su presencia es un imán que atraerá a otras figuras. Con él llegó Busquets y pronto lo hará Jordi Alba. Él es el punto de partida.
Messi es el rostro de una liga que busca denodadamente ser algo más que un juego excéntrico que los norteamericanos tardan en adoptar. Messi, este Messi que quiere disfrutar en una cancha y compartir esa sensación con su familia, es vital para que este soccer se parezca al fútbol.