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Con o sin medalla, Peque Pareto es de oro

Perdón por no poder hacerlos tan felices como en Río, pero lo di todo, hasta la última gota. La tristeza que siento es también gracias a tantas alegrías, así que vale”. Humilde, Paula Pareto pronunció estas palabras no bien llegó el final de su brillante carrera olímpica en Tokio 2020. La judoca, un símbolo del deporte argentino, cerró su campaña con un diploma en lugar de la medalla con la que soñaba. Pero, aunque por estas horas la frustración le duela en cuerpo y alma, la Peque más temprano que tarde entenderá que aun derrotada, su nombre y su figura estarán asociadas eternamente con el éxito. Porque esta mujer de 35 años es de oro.

Pareto perdió waza-ari a manos de la portuguesa Catarina Costa en el repechaje por el bronce en la categoría de menos de 48 kilos. Un rato antes había sucumbido por ippon contra la japonesa Funa Tonaki en los cuartos de final. En ese combate se había lesionado el codo izquierdo, pero no existía inoportuno esquince que lograra hacerle bajar los brazos. La Peque no se rinde.

LA IMAGEN FINAL: LA PEQUE RECIBE EL ABRAZO DE SU ENTRENADORA LAURA MARTINEL.
DISFRUTANDO SU MEDALLA DORADA EN RÍO 2016.

Por eso en su duelo con la lusitana desparramó la garra teñida de celeste y blanco que tantas veces la impulsó hacia la victoria. No pudo. Le alcanzó para asegurarse un diploma olímpico por haber finalizado entre las ocho primeras de su división. La vencieron. No perdió. Bueno, perdió, sí, pero quién va a reparar en ese pequeño detalle si al cerrar los ojos siempre la tendremos presente feliz, en lo más alto del podio, con los brazos en alto, la sonrisa enorme y la medalla dorada colgando de su cuello.

Río de Janeiro 2016 hizo todavía más gigante a esa pequeña mujer de 1,48 metro de altura. La presea dorada fue el premio más justo para una deportista fantástica que ya había alcanzado el bronce en Beijing 2008 y un diploma en Londres 2012. Siempre estuvo cerca de la cima. Talentosa, perseverante y ganadora, fue campeona del mundo en 2015, subcampeona en 2014 y tercera en 2018, además de tener una colección de títulos y excelentes actuaciones en el ámbito internacional. Pero el repaso de sus triunfos es apenas una porción insignificante de todo cuanto se puede decir de Pareto.

LA DOCTORA PARETO, UN EJEMPLO DE DEDICACIÓN.

Con altísimo perfil en las redes sociales, la Peque tiene a todos sus seguidores habituados a observar su incansable puesta a punto. A veces duelen los músculos de solo ver sus originales rutinas de entrenamiento. Ella también sufre. Se nota. Pero en su mirada se distingue esa mezcla de dolor y satisfacción que acompañan a la convicción de que el sacrificio es el único camino posible hacia la gloria.

Con la misma pasión que se entregó al judo dedicó parte de su vida a la medicina. En 2014, apenas seis meses antes de sucumbir ante la japonesa Ami Kondo en la final del Mundial de Cheliabinsk (Rusia), se recibió de doctora en la Universidad de Buenos Aire. Hoy es traumatóloga en el Hospital de San Isidro, donde le pone el cuerpo a la pandemia como todo el personal de salud, pese a que, siempre humilde y huidiza de las luces brillantes de la fama, se ocupó de aclarar que ella estaba en segunda línea, que al Covid-19 que tanta muerte sembró y siembra en el mundo lo enfrentaban directamente otros colegas.

Más allá de que Tokio 2020 no la despidió con una medalla, le brindó un homenaje mucho más significativo: en la ceremonia inaugural fue una de las seis personas encargadas de portar la bandera olímpica. Acaso sea ése el mayor testimonio de que Paula Pareto, la Peque, es enorme. Y que, aunque haya perdido, en la historia del deporte argentino será eternamente una ganadora.

CON LA BANDERA OLÍMPICA EN LA INAUGURACIÓN DE TOKIO 2020. EL JUSTO HOMENAJE PARA UNA FIGURA DE LOS JUEGOS.