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Un juicio histórico

“¡Viva Alemania! ¡Viva Austria! ¡Viva Argentina! Tres países que amo. Debo obedecer las leyes de la guerra y debo obedecer a mi bandera. Me despido de mi mujer, mi familia y mis amigos”. Eso dijo Adolf Eichmann cuando en la medianoche del 31 de mayo al 1 de junio de 1960 subió al cadalso para ser colgado, condenado por crímenes de guerra.

“La ejecución se concretó en la prisión de Ramleh, en las afuera de Tel Aviv. Sus restos fueron cremados en un horno especialmente construido cerca de la cárcel y que luego fue desmontado con rapidez. Sus cenizas fueron dispersadas en el Mediterráneo, en mar abierto, más allá de las aguas territoriales de Israel”, cuentan Sylvie Lindeperg y Annette Wieviorka en el libro El Momento Eichmann (El Ateneo, 361 páginas).

Y agregan: “Su destino se unió, entonces, al de los condenados a muerte de Nüremberg: los nazis no tendrían tumbas para evitar que se convirtieran en lugares de culto”.

El momento Eichmann compila una serie de ensayos vinculados a la cobertura mediática que se realizó del juicio a Eichmann, bajo la coordinación de Lindeperg, especialista en la Segunda Guerra Mundial, y Wieviorka, historiadora.

Claro que no todo el mundo posó los ojos sobre este proceso de la misma manera. La prensa egipcia cuestionó la legitimidad del juicio llevado adelante en Jerusalem, mientras que el Pravda soviético lo denunció como “una farsa burguesa”, y el Nepszabadsag húngaro criticó a Israel por la “generosidad” con que trataban al acusado.

Cuentan los expertos que participan de este libro que, a partir de este proceso judicial, surgió una nueva figura criminal: el burócrata asesino. Eso era, en definitiva, el acusado. Un hombre gris que, sin embargo, llevó adelante el plan denominado la Solución Final, que apuntaba a liquidar masivamente al pueblo judío.

El libro recoge opiniones y enfoques de diversas coberturas mediáticas, distribuidas en prensa escrita, radio y televisión. Y recoge también la opinión de expertos y funcionarios del mundo, que consideraron la condena a Eichmann como “el Nüremberg judío”.