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El maratón triunfal del Peque Schwartzman

Más de cinco horas. Kilómetros y más kilómetros corridos exigiéndoles a las piernas mucho más de lo que ellas podían entregar. No, no se trata del maratón de un atleta amateur puro corazón. Fue un maratónico partido de tenis en el que Diego Schwartzman superó al austríaco Dominic Thiem para instalarse en las semifinales de Roland Garros. El Peque, que hace unos días venció nada más y nada menos que Rafael Nadal en Roma, hoy dio cuenta del número 3 del mundo y reciente campeón del Abierto de los Estados Unidos. Fue un duelo interminable que tuvo final feliz en un día memorable para el tenis argentino luego del maravilloso triunfo de Nadia Podoroska sobre la ucraniana Elina Svitolina.

Schwartzman se impuso 7-6 (1), 5-7, 6-7 (6), 7-6 (5) y 6-2. Los números dan cuenta de cuán peleado fue el duelo. Peque tuvo el inmenso mérito de no rendirse jamás. Ni siquiera cuando se le escaparon dos oportunidades muy favorables para quedarse con la victoria en tres sets. En el segundo y tercer parcial estuvo 5-4 y set point, pero en ambas ocasiones la temprana victoria se le escurrió como el agua entre los dedos. También enfrentó una situación similar en el cuarto, pero logró llevarse el tie break en un momento en el que seguramente cada pelota pesaba una tonelada y los brazos no podían impulsarla ni las piernas contaban con energías para trasladarse una y otra vez por ese polvo de ladrillo que minaba las resistencias de los dos jugadores.

Para afrontar un partido como éste hacía falta tener un corazón enorme. Exigía entereza para reponerse de instantes adversos, de frustraciones repentinas que podían convertirse en eternas malas sensaciones capaces de condicionar el resto del cotejo. Schwartzman lo tuvo. Es cierto que sólo con eso no se gana y menos cuando enfrente se para un excelente jugador como Thiem. Porque, además, Peque juega sin saque. Esa característica en un deporte en el que el servicio tiene una importancia crucial puede verse como una enorme falencia. Eso lo obliga a pelearle con uñas y dientes el saque al rival. Se lo quebró nueve veces al austríaco. La paridad también se dio en ese rubro, pues el campeón del US Open también se quedó en nueve ocasiones con el del argentino.

EL SALUDO ENTRE THIEM Y SCHWARTZMAN LUEGO DE MAS CINCO HORAS DE PARTIDOS.

A lo largo de las 5 horas y 8 minutos de este interminable choque por los cuartos de final hubo de todo. Palazos furibundos, toques plenos de sensibilidad, aces (uno del argentino y seis del austríaco), peloteos interminables, errores que costaban caro, derechas invertidas -en especial por el lado de Thiem- que se asemejaban a salvajes puñaladas… Y también pasajes de decepción. Tanto tiempo dentro de la cancha nubla la mente. Le pasó a Schwartzman cuando parecía que nada le salía bien y se enojaba con él mismo y con el Flaco Juan Ignacio Chela, su entrenador, que trataba de guiarlo desde las tribunas. También lo sufrió el austríaco cuando su cuerpo empezó a pagar el alto precio de las cuatro horas que le tomó imponerse en la ronda anterior al francés Hugo Gastón -un pibe de 20 años que juega un tenis hermoso- y en su rostro se percibía el abatimiento que se trasladaba a las piernas.

Schwartzman se abrazó a un triunfo memorable. Jugó y luchó con todas sus fuerzas y la plenitud de sus recursos tenísticos. Saltará muy pronto al top ten del ranking. Está en las semifinales de Roland Garros. El premio justo para el maratón triunfal que corrió sobre el polvo de ladrillo más famoso del mundo.