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Docentes en cuerpo y alma con espíritu de superhéroes

Esta no es una historia de superhéroes. Al menos no de los que usan capa y tienen poderes sobrenaturales. Esta es una historia de gente de carne y hueso -como cualquiera de nosotros- que se ha entregado a la a veces imposible misión de enseñar. Contra viento y marea, enfrentando enemigos despiadados y situaciones extremas que ponen a prueba su esfuerzo, asumen el riesgo de impartir conocimientos y acompañar a sus alumnos en el difícil arte de aprender a vivir. El coronavirus, con su eterna cuarentena para la educación, ha sembrado el camino con obstáculos difíciles de sortear, pero de alguna manera los docentes lograron abrirse paso para hacer lo que su vocación los impulsa a hacer: pararse todos los días frente a un grupo de estudiantes y darles las herramientas para enfrentar al mundo real.

Esta es la historia de Liliana Alfonso, directora del Colegio Armenio Jrimian, de Valentín Alsina, y de Viviana Vecchio, secretaria en la Escuela Huinco Monseñor Enrique Rau y profesora de matemática en la secundaria número 3 y de Nuevas tecnologías de la información y conectividad (NTICx) en la 4 y en la 23, todas de Mar del Plata. Ellas, en diálogo con Brunch! Comunicación, nos ayudaron a entender el difícil contexto en el que la escuela debió mudarse a la casa de cada alumno y de cada docente de la provincia de Buenos Aires para instalar imaginarios salones con pizarrones virtuales en los que todos, niños, maestros, profesores y también padres, se vieron obligados a refrendar un pacto de asistencia mutua para que la educación, un pilar en la formación de los ciudadanos del futuro, se mantuviera firme.

LILIANA ALFONSO.

“Extraño la escuela, compartir con mis compañeros, con mis alumnos, vernos cara a cara, dialogar con ellos… Pero valoro muchas de las cosas que aprendí  y que llegaron para quedarse. El contacto de persona a persona lo extraño mucho”, explica Vecchio, Vivi para sus antiguos compañeros en el Colegio San José, de Marcos Paz, y para todos sus amigos. Al mismo tiempo, confiesa: “A la mañana tengo un cargo de secretaria y a la tarde soy profe. Estoy yendo dos veces por semana a la escuela para la parte de Secretaría porque tenemos padres que van a pedir papeles. Estoy haciendo turnos… No me alcanzan las 24 horas del día con la computadora, estoy corrigiendo, me llegan mensajes a cualquier hora. A veces me acuesto con la computadora para contestar todo lo que me llega. Terrible…  ¡Los chicos tienen tu número de teléfono! ¡Es de locos!”.

UN DESAFÍO INESPERADO

La pandemia y la cuarentena tomaron a la educación con la guardia baja. Nadie estaba preparado para que las escuelas cerraran sus puertas. Hubo que reagrupar filas y aprender a enseñar de otro modo. “El colegio tuvo dos etapas. La primera fue de sorpresa, diagnóstico y reacomodación. Pensamos que la virtualidad iba a ser algo de un ratito y salimos al ruedo diciendo hagamos esto un ratito y después vemos cómo seguimos. Fue un inicio con algunas idas y vueltas. Cuando nos dimos cuenta de que esto iba para rato, ya tuvimos que planificar de otra manera. Después tuvimos que amigarnos con la tecnología, entender que esto que nosotros sabemos hacer con el otro, que es enseñar presencialmente, iba a tener que cambiar. Buscar recursos,  planificar encuentros, leer mucho, capacitarnos mucho… Salió mucha información a través de encuentros con personas que saben más. Barajar y dar de vuelta, repensarnos cada determinada cantidad de tiempo… Periódicamente nos vamos evaluando y vamos avanzando y progresando a través de una propuesta superadora”, cuenta Alfonso, quien en el Jrimian, una institución armenia que está cumpliendo 90 años, es Lili.

Para Vivi la educación afrontó el deseo de rediseñarse.  “Nos tuvimos que reinventar. El uso de la tecnología creo que a todos nos superó, nos tuvimos que poner en cuestión de días a ver cómo se manejaban estas herramientas porque no estábamos preparados y la realidad de muchos docentes es que nosotros hemos puesto de nuestro bolsillo lo que es conexión a internet, computadoras, celulares… El Gobierno no nos ha pagado nada. Ni siquiera tenemos internet gratis. Nos tuvimos que reinventar y aprender nosotros como sea y ayudándonos entre compañeros de trabajo para poder usar todas estas herramientas. Armamos grupos de WhatsApp en todas las escuelas y por ahí había alguno que en tecnología estaba un poquito más avanzado e iba ayudando al resto mandando videítos de cómo usar el Zoom. Y así y todo hemos salido a flote desde los profes más jóvenes hasta los más grandes. Y así la fuimos remando. No es lo mismo cómo estamos hoy comparado con cómo estábamos en abril”, señala. 

Tanto Alfonso como Vecchio coinciden en que el desafío inicial que afrontaron sus escuelas fue no perder contacto con los alumnos. “Lo primero fue hacer un relevamiento de la conectividad, ver quiénes se estaban conectando, con qué frecuencia y empezar a trabajar con las familias que no se conectaban por cuestiones tecnológicas. Y si ése era el caso, vimos la manera de que tuvieran un dispositivo. La escuela tiene táblets para trabajar y las dio en préstamo a algunas familias y a algunos docentes. Y después, cuando dejó de ser un problema de conectividad, reunirnos, encontrarnos, ofrecer distintas opciones, cambiar horarios, mejorar la propuesta de llegada a los chicos, quizás incluir más videos, más audios, grupos más reducidos de trabajo. Hubo varias instancias de acercamiento y en este momento, de alguna manera u otra, todos los chicos están conectados con el cole”, explica Lili.

VIVIANA VECCHIO.

Vecchio, por su parte, narra la experiencia en Mar del Plata. “Acá se usó todo tipo de medios, porque la realidad es que hay un montón de chicos que están desvinculados, que no tienen conectividad. Eso pasa en todos lados y se trató de usar desde lo más común hasta lo ideal, que fue el tema de las clases por Zoom. Los que tienen conectividad, que son la mayoría, han estado semanalmente o cada 15 días con clases por Zoom. Después, la realidad es que en las escuelas provinciales, donde se nota mucho la falta de conectividad, con gente que no tiene medios, que se ha quedado sin trabajo y que están aislados de todo, se usó el sistema de los cuadernillos que el Gobierno manda. Se ponían días en las escuelas en los que repartían los cuadernillos para que alguien de la familia pudiera ir a retirarlos. De hecho, se ha llegado hasta a ir a las casas de los chicos a llevarles los cuadernillos. La mayoría pudo venir a buscarlos a la escuela, pero si no hubo que llevarlos y en muchos casos se perdió la conectividad porque no existió posibilidad de encontrarlos en las casas. Esos son los casos más serios de desvinculación, que quizás el porcentaje es el menor, pero son justamente los que más necesitan. Con los chicos que tienen el apoyo de la familia, que económicamente se pueden solventar, no tuvimos problemas. Tenemos padres que están detrás… Igualmente, así y todo el equipo directivo se ha dedicado a llamar por teléfono cuando había alguna desvinculación de los chicos y averiguar qué pasaba en cada casa.  A muchos los recuperamos. A otros, no. Además, sumado a eso, situaciones particulares de cada uno como enfermedades, fallecimientos, de un montón de cosas que fueron pasando en cada casa”.

ENSEÑAR Y CONTENER

– ¿Qué efectos negativos experimentaron los chicos con este tipo de educación?

– El principal fue no estar en contacto con los otros, con sus pares, con sus compañeros. Los afectó. La falta del contacto con otros chicos, el no tener otro espacio para demostrar sus emociones también… Por ejemplo, pensá que un chico está en su casa las 24 horas del día, tiene un problema con la hermanita y lo tiene que resolver en la casa, tiene un problema con la mamá o el papá y lo tiene que resolver en la casa; en cambio, normalmente, esas cosas se hacían en el cole. Si un chico estaba mal, estaba triste porque había perdido a su mascota llegaba a la escuela y lloraba. Tenía otras personas que lo acompañaban en lo emocional, y ahora eso a través de una pantalla es muy difícil. Me parece que la falta del encuentro con el otro es lo que más perjudicó y lo que más sienten nuestros chicos. (Alfonso)

– Una de las primeras cosas respecto de los chicos es el tema de la contención. Muchas veces cuando hay problemas familiares, un tema de violencia o cualquier problema que los chicos pasen, la escuela es el primer medio de contención. Y a veces, aunque ellos no nos cuenten cosas, siempre uno se da cuenta cuando les pasa algo y enseguida interveníamos. En este caso fue muy difícil enterarnos qué les pasaba. Algunos por ahí te lo cuentan, aunque sea por mail, y otros no. Han quedado totalmente desvinculados y han pasado situaciones complicadas en sus casas y no teníamos manera de enterarnos. Eso es realmente muy grave. Nos estamos enterando de situaciones de depresión en los chicos. Chicos que están con mucha angustia… El otro día vino a la escuela una mamá y nos dijo que su hijo en este tiempo había aumentado 30 kilos y no lo podíamos creer. ¡Un chico adolescente de 15 años al que no podían levantar de la cama! Todas estas situaciones en la escuela en forma presencial no sé si se hubieran dado o no, porque la escuela está abierta en un ciento por ciento para la contención, nos enteramos de todo. Pero acá se pasaron muchas cosas y no nos enteramos. Ni siquiera tenés que pensar en el tema de enseñar contenidos, porque eso de alguna manera fuimos reinventándolo para ver cómo lo hacíamos y se habrán dado contenidos menos, contenidos más, pero se dio de alguna manera. Pero esto que te estoy diciendo de lo emocional es la parte que la escuela más necesita: tener al chico en forma presencial para contenerlo. (Vecchio)

UN AÑO DE AULAS VACÍAS.

– Entonces en muchos casos resultó más importante la labor de contener a los chicos que la de impartir nuevos conocimientos…

– Sí, definitivamente. Es permanentemente un ida y vuelta en este aspecto, porque cuando tiramos mucho de lo pedagógico enseguida se hace el bache de lo emocional. Porque te ponés exigente desde lo pedagógico, la entrega de tareas y esas cosas y ahí te das cuenta de que los chicos tienen altos y bajos, las familias tienen altos y bajos. Las familias en las que están estos chicos están transitando por distintos momentos. Una familia que en abril estaba bárbaro, en mayo quizás no tenía trabajo, hubo familiares enfermos, familiares que fallecieron… Entonces nunca fue parejo. Siempre tuvimos que venir entre lo emocional y el contenido y enseñarles. Y también el reclamo de las familias fue variando. Hay momentos en los que piden más la contención y hay momentos en los que piden más lo pedagógico, más contenido y cómo llegamos al año que viene. (Alfonso)

– ¡Totalmente! En realidad, eso me parece que es una de las tareas más importantes que se hace en la escuela: ser el medio de contención con los chicos cuando tienen muchos problemas. Es una de las funciones principales de la comunidad educativa. Así, lo que se trató en la parte virtual fue no perder eso, pero no es lo mismo. (Vecchio)

En un país tan heterogéneo como la Argentina quizás surja la idea de que la pandemia atacó con distinta fuerza a la educación pública y a la privada. Para Alonso, “no todos los privados partieron con ventaja porque dependen mucho de la colectividad. Yo sé de muchas escuelas privadas, especialmente las parroquiales, que su comunidad es muy parecida a la de una escuela estatal común… Igual no estábamos acostumbrados a manejar la tecnología de esa manera y me parece que tanto la gestión pública como la privada hicieron grandes esfuerzos y lograron bastante.  Me parece que en una escuela pública el maestro tuvo que poner más de sí, por ejemplo, grupos de WhatsApp para poder dar una clase, para poder entregar un material o un cuadernillo, cosa que nosotros hicimos virtualmente. Creo que en el caso de la escuela pública el esfuerzo fue mayormente individual desde cada docente. El docente es docente de la misma manera: el que es trabajador, dedicado y empático en la gestión privada lo es en la gestión estatal. La diferencia está dada por la estructura. En la gestión estatal no hay quién sostenga, no hay equipos de orientación”.

Vecchio, en tanto, cree que “en la parte, privada, a pesar de que la parte económica ha afectado a todos, sí tenemos un porcentaje mayor de chicos que no tienen problemas de conexión. En las escuelas públicas tenemos mucha gente con problemas, que no está conectada, que va a buscar los alimentos a la escuela… ¡Alimentos para comer! Eso en la escuela privada no se ve o al menos no se ve en el porcentaje que lo vemos en la escuela pública.  Pero sí, se nota que la desvinculación de chicos que hemos tenido fue mucho mayor en la escuela pública que en la privada”.

VOLVER A EMPEZAR

– ¿Están dadas las condiciones para volver a las aulas?

– Creo que sí. Va a ser muy difícil la vuelta porque lo que se pide, esas burbujas, son muy complejas. Nosotros estamos trabajando para el regreso de Sexto y eso implica un millón y medio de cosas desde el cuidado, pero también desde el recurso humano para que no sea peor el remedio que la enfermedad. El hecho es encontrarnos… pero en qué condiciones. Primero, que sea seguro desde la salud, el cuidado y con todos los protocolos, pero también hay que ver me encuentro para hacer qué, cómo, porque yo no puedo compartir un papel, no me puedo abrazar, no me puedo acercar… Entonces, bueno… va a ser raro, pero creo que en algún momento va a haber que volver a la normalidad y por algún lado hay que empezar. (Alfonso)

– Acá en Mar del Plata podemos pensar en eso recién ahora, porque hubo una época en la que la pasamos bastante mal. Hoy nos enteramos que parece que van a habilitar para volver a la escuela con los protocolos que corresponden y se está hablando de hacer colaciones de los chicos de Sexto grado en forma presencial. Y se está viendo si en estos días pasamos a fase cuatro porque ahora empezaron a bajar los casos. Estuvimos muy complicados. Si me preguntabas esto diez días atrás, te decía que era imposible la vuelta a clases. Hoy creo que la mirada es otra. (Vecchio)

LOS CHATS DE WHATSAPP, UN RECURSO VÁLIDO.

– En la Ciudad de Buenos Aires se dispuso el regreso antes que en la Provincia. ¿Coinciden con el gobernador Axel Kicillof en que la reapertura de las escuelas sería “un despelote organizativo”?

– Sí, es así. Es terrible porque yo estoy pensando para 52 chicos y es así. Es muy complejo porque en realidad, y esto quiero decirlo al margen de cualquier partido político, cualquier gobierno desde ahí arriba puede decir lo que quiera, el tema es cómo lo llevás al terreno. Y es complicado por los espacios. Aparte, siempre que se habla de una escuela se piensa en una escuela ideal. Yo, que pienso es mi escuela, digo es genial: tengo dos puertas de entrada, patio interno, patio externo, tengo comedor, un campo deportivo enfrente… pero ésa no es la realidad de todas las escuelas de la provincia de Buenos Aires. Hay escuelas secundarias en las que su patio es un pasillo y te lo digo sabiendo y habiendo trabajado añares en escuelas del Estado. Entonces, una escuela en la que el patio es un pasillo entre aulas, ¿qué te puede brindar? Sí, volvemos, genial. Es recontra necesario. Más en el nivel secundario, en el que es terrible lo que están pasando los chicos… ¿Y qué le ofrezco a ese pibe? ¡Estar sentado en un pasillo uno atrás del otro!… Se entiende que es muy difícil, realmente es un despelote porque son cosas que no se trabajaron antes. Esto es un arrastre en la educación. Es un problema que viene de 20 mil años. Nunca fue prioridad la educación. Entonces, para este chico, que antes su patio era un pasillo, ya era un problema en presencialidad. Imaginate la vuelta… (Alfonso)

– Creo que como se volvió a un montón de actividades… a ver… se volvió en el fútbol. ¿Cómo hacen que estén tantos jugando por más que sea al aire libre? ¿Por qué la escuela no? Si se tienen todos los cuidados y se siguen los protocolos por qué tiene que ser un despelote. Creo que es posible. No te digo como era lo normal de tener de 30 a 35 chicos en el aula. Por supuesto que eso no, pero en un aula con diez chicos en la que estén sentados uno por banco y con distanciamiento, es totalmente factible volver. Es cierto que la escuela no es sólo el chico en la escuela. La escuela moviliza un montón de cosas. Moviliza docentes que vayan a la escuela, padres que lleven a sus chicos, muchas cosas… El transporte público es la parte que no me cierra porque muchos se manejan en colectivo, pero con los protocolos que corresponden se puede volver. Estoy convencida de eso. Y es necesario volver. (Vecchio)

La educación no es sólo una cuestión de impartir conocimientos. En la Argentina también constituye un tema íntimamente vinculado con la política. “El Gobierno no ayudó en absoluto. Todo salió de los propios docentes. Cada uno puso de su propio bolsillo lo que tenía. En algún momento creo que habían lanzado un plan para poder comprar computadoras a largas cuotas, para que sea accesible, y me acuerdo que si lo mencionaron a la mañana vos a la tarde te querías anotar y ya no había stock. O sea: no sé quién consiguió comprar porque pasaron cinco horas y ya te ponían el mensaje de que no había más stock. No tuvimos apoyo de nada y cada uno usó sus propios medios. Hay docentes que tuvieron que ver cómo hacían para comprarse una computadora y por ahí tenían una sola y con hijos en la casa eso no es factible y cada uno la tuvo que remar como pudo”, se lamenta Vecchio. Alfonso se pronuncia con idéntica contundencia: “Se han hecho locuras durante años, porque la prioridad de nadie es la educación. Ya lo sabemos. Un pueblo que no sabe es más fácil de manejar. Cosas que son históricas desde el discurso y no por nada tenemos los problemas que tenemos, más allá de que la plata nunca va adonde tiene que ir. Por eso para volver a la escuela, hay que pensar la provincia de Buenos Aires escuela por escuela, en la de Chingolo, en la de Villa Diamante, en el armenio… Cada escuela es una realidad diferente”.

SE VIENE UNA NUEVA ERA PARA LA EDUCACIÓN.

Tanto la directora del Jrimian como la secretaria de la Escuela Huinco Monseñor Enrique Rau y profe de las secundarias número 4, en la 3 y en la 23 creen que la virtualidad llegó para quedarse y que ha aportado instrumentos válidos para coexistir con la educación presencial. Imaginan una educación en las aulas y delante de las pantallas.

También están convencidas de que el ciclo lectivo 2020 ha sido diferente a todos cuantos han vivido en sus carreras, pero que de ninguna manera es un año perdido. “Para mí fue un año de mucho aprendizaje. De crecimiento personal e institucional. Para el que lo supo aprovechar, ¿no? Volvemos a lo mismo. Sí te hablo de mi cole,fue un año de mucho aprendizaje para los chicos, de mucho aprendizaje para los docentes, fortalecimiento de equipo… No hago más que pararme y sacarme el sombrero por los docentes que tenemos. La verdad es que es un lujo y fue de mucho aprendizaje y para los chicos también. Muy lejos estuvo de ser un año perdido…”, reflexiona Lili. “Que vos me digas que no es lo mismo que un año normal en la escuela sí, porque mirándolo desde el lado de los contenidos no se pudo dar lo mismo que un año normal en la escuela. Pero lo que se dio, los chicos de alguna manera lo aprendieron. No lo han aprendido con el docente al lado, pero con la ayuda de la familia, con mucha ayuda de toda la comunidad educativa, se ha ido remando para que los contenidos que se dieron, se aprendan. No lo considero perdido. Se han aprendido muchas cosas y valorado otras”, acota Vivi.

Lili y Vivi no son personajes de una historia de superhéroes. Al igual que muchas colegas que salieron al rescate de la educación con decisión, ingenio y creatividad, son docentes en cuerpo y alma. De hecho, le han puesto el cuerpo y el alma a la imprescindible tarea de enseñar en tiempos de pandemia.