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Cuando Dios y D10S bendijeron a Defensa

El sábado pasado Defensa y Justicia tocó el cielo con las manos. El Halcón goleó 3-0 a Lanús y conquistó la Copa Sudamericana en una final ciento por ciento argentina disputada en el estadio Mario Alberto Kempes y con la presencia estelar del Matador para hacer todavía más histórica la jornada. Hace mucho tiempo, quizás como una curiosa y mágica gambeta del destino y cuando todavía nadie imaginaba tamaña proeza del equipo dirigido por Hernán Crespo, en Florencio Varela fueron bendecidos por D10S y tiempo después, como si eso no hubiera sido suficiente, tuvieron a Dios vestido de verde y negro.

Defensa y Justicia nació en 1935. Se dedicó durante mucho tiempo al fútbol en torneos barriales, la expresión más clara de la pureza de este deporte. Cuatro décadas más tarde, en 1977, surgió la idea de competir de un modo más serio y el club solicitó su inscripción en los certámenes de AFA como miembro de la Primera D. En esos días era el Azul de Varela, pues su camiseta tenía ese color.

Un año más tarde, más precisamente el 4 de marzo de 1978, el equipo debutó venciendo 2-1 a Cañuelas con goles de Héctor Cardozo y Jorge Giache. Ramón Correa; Benito López, Roberto Lucarini, Raúl Bustos y Alberto Cortez; Horacio Roselli, Giache y César Echeverry; Luis Briega, Cardozo y Oscar Bruno fueron los escogidos por el técnico Jorge García para salir a la cancha esa primera vez.

Defensa subió a la C en 1982, a la B en 1985 y un año más tarde al recién creado Nacional B. Hasta se dio el lujo de soñar con jugar en Primera cuando estuvo cerca de dar el salto al fútbol grande hasta quedar fuera de carrera en los cuartos de final del octogonal por el segundo ascenso a manos de Banfield. Habría sido un récord fantástico, pues en apenas siete meses llegó a la flamante categoría de Ascenso y peleó por un lugar en la A.

Eran tiempos de Horacio Milozzi -emblema del Quilmes campeón del Metropolitano 1978- como pilar de la defensa, de Fernando Donaires -figura del Deportivo Español campeón de la B en 1984- ejecutando preciosos tiros libres y de Juan Carlos Moles -el artillero que estaba en el club desde los días en la D- haciendo goles a raudales.

En esa época Defensa ya no era el Azul de Varela, sino el Halcón. Vestía de verde y amarillo, los colores de la línea de colectivos 148, de la empresa El Halcón, con la que había suscripto en 1981 un acuerdo comercial que modificó para siempre su camiseta.

DIEGO MARADONA JUGANDO PARA EL EQUIPO DE LA LÍNEA 148.

Poco antes de que el club y la empresa de transporte público se encontraran, Maradona tuvo un acercamiento impensado. En 1980, cuando su incomparable talento causaba asombro en todas las canchas que pisaba Argentinos Juniors y ya venía de maravillar al mundo con su fabulosa actuación en el Mundial Juvenil de Japón ´79, Diego se vistió de verde y amarillo. Apareció inesperadamente para jugar en el equipo de la línea 148 en un partido del campeonato de colectiveros contra los choferes de la 22.

En la crónica de la web de la Revista Colectibondi citada por el sitio defutbolsomos falta el resultado del encuentro. Pero es lo de menos. La sola presencia del Diez hizo historia.

D10S fue jugador de El Halcón apenas unos meses antes de que éste aterrizara en Defensa. Fue una suerte de bendición futbolera para el modesto club que todavía militaba en la D.

RICKY EN VARELA

Integrante del plantel de la Selección argentina que ganó el título en el Mundial de 1978 y con un inolvidable paso por el Tottenham Hotspur que lo llevó a hacer el gol más hermoso de cuantos se marcaron en ese templo del fútbol que es Wembley, Ricardo Julio Villa se mudó a Florencio Varela en el tramo final de su carrera.

RICARDO JULIO VILLA EN DEFENSA.

Corría 1986 y Defensa afrontaba su primera participación en el Nacional B. Venía de actuar dos temporadas en el Deportivo Cali, de Colombia, y acordó su incorporación por sugerencia del Gallego Hugo García, un DT degustador del buen fútbol al que conocía desde sus tiempos en las inferiores de Quilmes.

Los británicos lo llamaban Ricky. En la Argentina era Dios, apodo inspirado en el pelo largo y la barba que siempre usó.  Más allá de las excusas de las apariencias, Villa jugaba como los dioses. Algo lento, casi parsimonioso, era un 10 inteligente, fino y de pases precisos. Llegó y se aseguró el cariño de los hinchas con tres años en los que dejó su sello.

Desde su irrupción en Varela el 20 de junio de 1986 y durante 93 partidos en los que marcó cuatro goles, Dios mantuvo inalterable su romance con la pelota. A los 34 años conservaba intacta la clase que había exhibido en sus comienzos en Quilmes, en su breve paso por San Martín de Tucumán, en Atlético Tucumán -donde fue figura y llamó la atención de César Luis Menotti para incluirlo en la Selección que finalmente fue campeona en 1978-, Racing (fue contrato por una cifra récord para esos tiempos) y el Tottenham.

Villa colgó los botines en 1989 en Florencio Varela. Pero nunca se fue. Si bien regresó a la calma pueblerina de su Roque Pérez natal, volvió a Defensa para dirigir al equipo, siempre aferrado al credo de que en el fútbol importa tanto ganar como jugar bien. Y el Halcón siempre fue fiel a los mandatos de Dios

RICKY EN SUS TIEMPOS DE DT DEL HALCÓN.

Maradona volvió a aparecer en la vida de Defensa y Justicia en 1992. El equipo debía vérselas en Santa Fe con Colón. En el Halcón jugaba su hermano Raúl, Lalo. El partido se suspendió por la lluvia y se reprogramó para el día siguiente. Los hinchas no disponían del dinero para alojarse en esa ciudad.  Diego, que había viajado con su padre, costeó de su bolsillo la estancia de los simpatizantes, quienes pudieron asistir a la derrota de los de Florencio Varela por 2-1.

Sí, Defensa transitó un largo camino desde el picadito que jugó Diego y de los tres años de Ricky con los cortos. Llegó a Primera División y tuvo excelentes procesos a las órdenes de Ricardo Rodríguez, Diego Cocca, Ariel Holan, Jorge Almirón, Sebastián Beccacece y hoy vive su momento de gloria con Crespo. Pero para todo eso fue necesaria la bendición del D10S del fútbol y del Dios más humano que haya pisado una cancha.