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Los secretos detrás de los acuerdos entre los gobiernos y los laboratorios

Siempre se dice que a la hora de firmar un contrato es necesario leer la letra chica, pues en ella se esconden cláusulas cuyo incumplimiento puede resultar devastador. Esto no constituye una novedad demasiado llamativa. En cambio, la comunidad internacional se encontró esta semana con una noticia mucho más grave que no leer la letra chica: la falta de datos en un convenio del que depende la vida gran parte de los habitantes del planeta.

La cuestión fue revelada por el diario estadounidense The New York Times y por la edición digital de la cadena británica BBC: el Parlamento Europeo descubrió que en el contrato firmado por los países miembros del bloque continental carece de información crucial sobre las vacunas contra el coronavirus. No existe detalle alguno sobre el precio por dosis, el calendario de entrega y el monto de los adelantos desembolsados por los distintos gobiernos.

Los gobiernos firman contratos con los laboratorios que han desarrollado esas vacunas en tiempo récord y, sin embargo, información crítica de esos acuerdos permanece oculta debido a estrictas cláusulas de confidencialidad.

Lo llamativo es que todo esto quedó expuesto al conocer los términos del acuerdo entre la empresa farmacéutica alemana CureVac y la Unión Europea, que era considerado uno de los más transparentes del mundo.

En el medio aparece la enorme montaña de dinero aportada a los laboratorios por los gobiernos para contribuir al desarrollo de vacunas y la que pusieron sobre la mesa para adquirir las dosis.

Las cifras son un misterio debido a que los términos de los contratos son secretos guardados bajo siete llaves y tanto los gobiernos como las organizaciones de salud pública consintieron la postura de las farmacéuticas de mantener en reserva el flujo de dinero para la investigación y la distribución de los agentes inmunizadores que el mundo tanto requiere.

INCUMPLIMIENTOS SIN CONSECUENCIAS

Aunque las campañas de vacunación acaban de empezar en la mayoría de los países varios laboratorios ya han anunciado que no podrán satisfacer los plazos de entrega acordados. Pfizer y AstraZeneca instalaron la preocupación en el Viejo Mundo al admitir que no están en condiciones de distribuir las vacunas como estaba pautado, justo cuando las nuevas cepas del virus

En Perú, por ejemplo, las negociaciones entre el gobierno y la compañía Pfizer encallaron por este motivo. Y en Colombia aceptan que las cláusulas de confidencialidad le impiden ofrecer aún un cronograma claro de vacunación.

Lo más curioso es que ante la ausencia de datos concretos sobre los contratos, lo único que está directamente establecido es que las compañías reclamaron y consiguieron plazos de entrega flexibles, protección de patentes e inmunidad de ser responsabilizados si algo sale mal. Y si bien algunos países como Canadá e Israel han anunciado que cederán las vacunas que le sobren, otros gobiernos tienen prohibido donar o revender las dosis, una condición que podría obstaculizar las iniciativas de proveerlas a los países más pobres.

Ante esa posibilidad, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, pidió que no se repitan con la pandemia de coronavirus los «errores morales del pasado» y se deje a los países pobres a la espera de que los ricos vacunen a sus poblaciones.

«Si guardamos las vacunas para nosotros, y si no las compartimos, habrá tres problemas principales: uno, un fracaso moral catastrófico; dos, eso permitirá a la pandemia continuar causando estragos; y tres, una recuperación económica muy lenta», advirtió Tedros.

Al margen de los reclamos de la OMS, la situación es compleja. Existen tres tipos de convenios entre gobiernos y laboratorios. En el primero los países adquieren las vacunas directamente a los laboratorios; en el segundo se compran a través de organismos regionales como la Unión Europea o la Unión Africana y otros apelan al Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX es su sigla en inglés). Esta última es alianza de más de 190 países que negocia con las farmacéuticas para que los agentes inmunizadores estén al alcance gratuitamente o a bajo costo, especialmente en las naciones más pobres.

En todos los casos, el acceso a las dosis se da en los términos de flexibilidad impuestas por las compañías farmacéuticas y aceptadas por los gobiernos.

SOCIOS EN DESVENTAJA

La necesidad de una vacuna contra el Covid-19 cambió radicalmente la forma en la que se desarrollan las vacunas. Lo norma general es que los laboratorios no invierten en la fabricación masiva hasta que tienen garantías de su aprobación por parte de los gobiernos. Esto explica que lo usual sea que el desarrollo y la distribución lleven mucho más tiempo del que se ha volcado para tener los inmunizadores contra el coronavirus.

Los gobiernos de Estados Unidos y Europa y algunas organizaciones sin fines de lucro se hicieron cargo de parte o la totalidad de la inversión. La sociedad con las farmacéuticas se da sin riesgo alguno para éstas últimas, ya que no sufren eventuales consecuencias por la aplicación de las vacunas y, además, las patentes quedarán en poder de quienes elaboraron y venden las vacunas, no de los países que invirtieron en ellas.

Las compañías tienen, además, el poder de decisión sobre cómo y dónde comercializan sus productos, Incluso fijan el precio.

Por ejemplo, en el contrato de CureVac se establece que la compañía “tendrá derecho a explotar de manera exclusiva” esos derechos de propiedad.

Un grupo de países liderado por India y Sudáfrica reclamaron a la Organización Mundial del Comercio que ceda los derechos de propiedad intelectual para que los fabricantes de medicamentos genéricos puedan comenzar a producir las vacunas. La OMS apoya esa idea, pero no tiene respaldo en Estados Unidos y Europa, sede de la mayoría de las empresas que desarrollaron las vacunas y que dejaron en claro que cualquier alteración de los derechos de las patentes puede influir negativamente en el desarrollo de las vacunas.

EL PRECIO, OTRO MISTERIO

En los contratos que todos los países firmaron se prohíbe la publicación de los precios de las vacunas. Según The New York Times los fabricantes hasta pueden ponerle punto final a la entrega sin los gobiernos hacen público cuánto pagan por los inmunizadores.

Esto hace que ningún gobierno o bloque continental sepa cuánto están pagando otros países o bloques continentales. El negocio perfecto.

El diario estadounidense, sin embargo, comentó que la Comisión Europea pagó 2,19 dólares por cada dosis de la vacuna de la Universidad de Oxford y AstraZeneca y a Sudáfrica desembolsó 5,25 por el mismo producto.  Europa se paga 14,70 dólares por el agente inmunizador de Pfizer y Estados Unidos 19,50.

Pero todos esos datos son filtraciones a través de medios de prensa. No datos concretos ni confirmados respecto de los contratos.  Porque los acuerdos de los que depende la vida de gran parte de la humanidad están llenos de secretos.