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La perspectiva de género en el consultorio médico

Un pronombre mal usado, un vestuario mal señalizado y una ficha médica con sólo dos casilleros son la punta del iceberg de una cuestión mucho más profunda y compleja: la medicina y su relación con la diversidad.

El activismo feminista y LGTBQ+ logró cuestionar la heteronorma y acceder a un marco legislativo más inclusivo. Sin embargo, en el campo de la medicina aún queda un largo camino por cuestionar la normalidad biológica. Ana Mines Cuenya, becaria postdoctoral del CONICET y de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), analizó las prácticas y discursos de la ginecología, la urología y la sexología en relación con este problema.

“Los modos de concebir las cosas, los modos de tratar al paciente, las metodologías y los estudios que disponen y usan en cada disciplina dan forma a estos procesos biológicos, fisiológicos, los modos de regular y de entender lo que efectivamente pasa y tiene lugar en cada cuerpo”, adelantó la investigadora en diálogo con la Agencia de divulgación científica de la Universidad Nacional de La Matanza (ACTyS-UNLaM).

– ¿Cómo es la relación entre la medicina y la comunidad trans?

– La medicina es una disciplina normativa, o sea que establece ciertos parámetros que encuadran lo que se estipula como normal o sano y su accionar apunta a que los procesos que afectan a las personas se encuadren dentro de estos parámetros definidos como normales. Durante mucho tiempo las identidades trans estuvieron patologizadas, así como también la sexualidad no heterosexual. En contraposición a ese accionar sobre lo normal, vemos cómo se construye lo no normal y la violencia que eso imprime en lesbianas cis, hombres y mujeres trans y travestis.

– ¿Qué obstrucciones pone esta idea de lo normal en las disciplinas?

– Se marca una distancia entre el modelo ideal de paciente que la medicina produce de forma recurrente y lo que tiene lugar realmente en la vida de las personas. La medicina construye esa normalidad y regula la vida de las mujeres y los hombres cis heterosexuales. Los modos de concebir las cosas, los modos de tratar al paciente, las metodologías y los estudios que disponen y usan en cada disciplina dan forma a estos procesos biológicos, fisiológicos, los modos de regular y de entender lo que efectivamente pasa y tiene lugar en cada cuerpo.

– ¿Cómo se traducen estos preceptos en la práctica médica?

-En la ginecología, por ejemplo, se intenta acompañar a las mujeres en sus procesos de salud y de control genitomamario, pero se sobreentiende que, cuando se habla de salud, se refiere a la salud sexual y reproductiva y no a la salud general. Esto supone que mujer es igual a salud sexual y reproductiva, y salud sexual y reproductiva es igual a la mujer, sobrecargando nuevamente a las mujeres con todo lo que tenga que ver con ese ámbito -lo reproductivo, lo no reproductivo, lo conceptivo, lo anticonceptivo – aparte de las prácticas de cuidado.

– ¿Y qué pasa entonces con cuerpos que no revisten ese rol?

– Si un paciente no encaja con las preguntas clásicas de una consulta ginecológica, muchas veces la reacción es acotar la atención a lo estrictamente genitomamario: pap, control de mamas y listo. Esto sucede, por ejemplo, en el caso de las lesbianas, que muchas veces se sobreentiende que no hay prácticas reproductivas o de penetración. Otro caso es el de las consultas de hombres trans, porque acá no solo se reduce la atención médica, sino que se le suma muchas veces prácticas violentas y discriminatorias, que van desde el uso de pronombre equivocado, es decir, la feminización de un hombre, lo cual trae limitaciones para abordar la complejidad de la vida sexual de cualquier persona. En el caso de los hombres trans, su orientación sexual puede tratarse de un hombre trans, homosexual que tiene relaciones de penetración con un hombre cis. En ese caso, habría todo un campo de información sobre el cual la ginecología podría avanzar; por ejemplo, sobre la anticoncepción y los anticonceptivos indicados para una persona que es usuaria de testosterona. En fin, cosas que se darían si la ginecología pudiese contemplar la existencia de hombres trans como pacientes, pero, al definirse como un campo que tiene por objetivo la salud de las mujeres y al sobreentender que las mujeres son cis, ya desde el vamos hay toda una limitación de cómo ese campo se define, cómo define su objeto, su metodología… y eso trae consecuencias concretas en el abordaje clínico.

– ¿Qué pasa en otras disciplinas relacionadas con la salud sexual y reproductiva?

– El campo de la urología es muy interesante y no está muy estudiado. A diferencia de la ginecología, se define por el abordaje de cuadros patológicos, es decir, generalmente no van personas sanas para control, sino pacientes que ya tienen una dolencia. Suelen ser hombres cis de 60 años o más que acuden por dolencia prostática. Las prácticas de control de salud son menos frecuentes en el campo urológico, y eso también habla de cómo las masculinidades cis hetero se conforman en el cuidado, el autocontrol del cuerpo y los miedos a la enfermedad.

Cuestión de identidad

  • Lesbiana: se da en el género femenino y se define como la atracción hacia el mismo sexo.
  • Gay: se define así a los hombres que se ven atraídos por personas de su mismo sexo.
  • Bisexual: personas que se sienten atraídos por personas del sexo contrario y también por los que comparten su mismo sexo.
  • Travesti: asumen el vestuario y la sexualidad del género opuesto. Se da tanto en individuos masculinos como femeninos y en heterosexuales, homosexuales y bisexuales.
  • Transgénero: no se identifican con su sexo biológico e identidad sexual, sin embargo no cambian físicamente. Se da en hombres  y mujeres heterosexuales, homosexuales y bisexuales. Esas personas, por lo tanto, se someten a procedimientos hormonales y quirúrgicos para homogeneizar este aspecto.
  • Intersexual: personas que tienen genitales de ambos sexos, por ejemplo, un órgano reproductivo interno de una mujer y órgano sexual externo de un hombre. Se da en individuos masculinos y femeninos heterosexuales, homosexuales y bisexuales.
  • Cisgénero: aquellos cuya identidad de género y sexo biológico coinciden, independientemente de su preferencia sexual: personas con pene que se identifican como hombres y personas con vagina que se identifican como mujeres.
  • Tercer género o no-binarios: personas que sienten que su identidad de género no coincide con el género masculino o femenino enteramente, o se ubica en alguna categoría intermedia, independientemente de su orientación sexual.

– Entonces, si el campo de la urología resuelve patologías del árbol urinario, ¿qué lugar queda para la salud sexual de cis hombres?

– Acá surge la sexología médica, una disciplina que se ha constituido en los últimos años en relación a la medicación disponible para la atención de las disfunciones sexuales, que frecuentemente suelen ser disfunciones eréctiles o consultas por eyaculación precoz. Esas son dos de las consultas más típicas de los hombres cis. Sin embargo, la sexología no es un campo médico exclusivamente; es un campo clínico, ya que se desempeñan profesionales médicos, pero también de otras disciplinas, como el caso de los psicólogos. Ya esa formación de base configura las posibilidades del ejercicio sexológico. Muchas veces, quienes van al consultorio ya consumen medicación. Entonces, el médico acompaña indicando cómo usarla y cuando es necesario, con estudios para monitorear su uso.

– Los activismos de género, diversidad sexual y feminismo tuvieron su impacto en distintos ámbitos ¿Qué transformaciones comenzaron a aparecer en la medicina?

– Lo que se va transformando lentamente son la disposición y las estrategias de los servicios, los instrumentos que se usan en el abordaje médico, las guías de prácticas y las historias clínicas, el respeto a la confidencialidad, las singularidades y necesidades de cada uno de estos grupos: lesbianas, gays, trans, trans no binarias, que, a su vez, también conforman una población muy heterogénea. En definitiva, poder pensar en una medicina que pueda ofrecer un servicio desde un hacer más interseccional, es decir, que integre las singularidades de cada demanda. Esa transformación se va dando en gran parte por la lucha, porque es verdad que el sector médico también es bastante heterogéneo y que funciona, muchas veces, de forma corporativa.

– De cara al futuro ¿qué aspectos quedan, entonces, por trabajar?

– Hay dos niveles de desafío. Uno más simbólico tiene que ver con un reconocimiento de los pronombres, las identidades autopercibidas -porque todos, seamos cis o trans, tenemos identidades autopercibidas-, nuestras trayectorias, nuestros deseos y nuestras elecciones. Pero hay otro nivel que tiene que ver con que esas trayectorias, esos modos de reconocernos, esas prácticas y elecciones que hacemos en nuestra vida sexual, afectiva y reproductiva, también inciden en los procesos biológicos y fisiológicos. La demanda, entonces, también incluye repensar los presupuestos sexistas y racistas que conforman, por ejemplo, el conocimiento de la fisiología como una base no marcada por ningún sesgo cultural sobre la que se construye esta idea de neutralidad para la medicina.