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¿Es el Gabinete de Alberto o el de Cristina?

La derrota electoral sufrida por el Frente de Todos en las PASO del 12 de septiembre provocó un cimbronazo político. El resultado en las urnas dejó acorralado al presidente Alberto Fernández, quien tuvo que salir a poner la cara ese mismo día y en la semana sufrió los embates del kirchnerismo para reformular su Gabinete. Finalmente, el Jefe del Estado dio el brazo a torcer y cambió su equipo. Pero… ¿de quién es este equipo?

El Gobierno, en realidad el Presidente, vivió una semana cargada de presiones y de indisimulados ataques. Fue una presa fácil de su necesidad/obligación de tener que responderle a Cristina Fernández de Kirchner.

La vicepresidenta que lo puso en funciones –sin ella jamás habría llegado a ocupar el sillón de Rivadavia- exige y marca el camino. Todo comenzó con la ola de renuncias de funcionarios cercanos a Cristina que apareció como estrategia para sacudir la endeble base sobre la que hace equilibrio Alberto.

El primer mandatario empezó prometiendo escuchar el mensaje de las urnas. Después retrocedió y anunció que no se apartaría del rumbo fijado en 2019. Creyó, quizás, tener espalda para soportar los embates. No la tuvo.

ALBERTO FERNÁNDEZ TUVO QUE PONER LA CARA TRAS LA DERROTA EN LA PASO.

JUGADA ESTRATÉGICA

Eduardo Wado de Pedro, el ministro del Interior, fue el primero en poner su cargo a disposición de Fernández. Lo imitaron varios. La movida pareció una forma de dejar solo al Presidente.

Al mismo tiempo reapareció en escena la noción de “funcionarios que no funcionan” instalada hace varios meses por Cristina. La expresidenta nunca estuvo satisfecha con la composición del Gabinete de Alberto y mucho menos con las políticas instrumentadas, que no respondían directamente a sus necesidades/pretensiones.

WADO DE PEDRO, UN HOMBRE CLAVE PARA CRISTINA.

Publicó una virulenta carta abierta en la que marcaba uno por uno los puntos que esperaba ver satisfechos durante la gestión presidencial. Fijó rumbos y estrategias. Hizo públicas demandas y reproches que erosionaron la imagen de su compañero de fórmula. También le bajó el pulgar a hombres del riñón de Alberto como Santiago Cafiero –jefe de Gabinete-, al recordar que cuando perdió las elecciones en 2015 desplazó a quien ocupaba ese cargo, y Juan Pablo Biondi, definido por Cristina como “un vocero al que nadie le conoce la voz”.

Un día después, la diputada ultrakirchnerista Fernanda Vallejos redobló la apuesta y en un cuidadamente filtrado audio puso en palabras sin anestesia el pensamiento de Cristina. Tildó al Presidente de “mequetrefe”, “okupa”, “enfermo” y varios calificativos que no hacen más que demostrar que en el Frente de Todos es un secreto a voces que Alberto solo está en la Casa Rosada por deseo de la vicepresidenta y que debe responderle directamente a ella.

Jaqueado, sitiado, Alberto no respondía. El Gobierno nacional pareció en pausa durante un tiempo preocupantemente largo.

MÁS QUE UN CAMBIO DE PIEZAS

El Presidente mantenía gestiones febriles tratando de sumar apoyos y de encontrar nombres para su futuro Gabinete. No podía resistir con sus hombres y mujeres, pese a que él entendía que se exponía a tener que modificar nuevamente su equipo si en noviembre el Frente de Todos sufre otro garrotazo en las urnas.

Cristina demandaba reacción rápida. Cambios urgentes. Acción. Y, sobre todo, en el sentido que ella deseaba.

LA SALIDA DE JUAN PABLO BIONDI ES UNA PÉRDIDA POLÍTICA DEL PRESIDENTE.

A última hora del viernes, es decir cinco días después del contundente mensaje de los votos, anunció su renovado equipo de colaboradores. Unas horas antes, Biondi, contra las cuerdas, presentó su renuncia indeclinable.

A diferencia de todos los funcionarios K que habían esbozado con escasa determinación su disposición a abandonar el Gobierno, él sí se mostró firme. Se fue, sabiendo que su permanencia perjudicaba a Alberto. Al menos ante los ojos de Cristina y el kirchnerismo.

Juan Ross será, entonces, el nuevo secretario de Comunicación y Prensa. Al menos el Presidente consiguió un hombre de su confianza para el puesto.

Fernández perdió a uno de sus colaboradores más estrechos. Y, víctima de su promesa de no traicionar a Cristina, entregó también a Cafiero. Lo mantuvo en el Gabinete, pero lo desplazó de la estratégica Jefatura de Gabinete al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Lo alejó de la mesa chica. Y de paso corrió a Felipe Sola, otro mirado con recelo por CFK.

SANTIAGO CAFIERO SIGUE, PERO ALEJADO DE LA MESA CHICA.

El antiguo puesto de Cafiero hoy está en poder de Juan Manzur, el gobernador tucumano. Se trata de una figura cercana al Presidente, pero era el apellido que Cristina pretendía instalar en ese cargo. De hecho, fue ministro de Salud en su segundo período presidencial.

De Pedro, el iniciador de la presunta fuga en masa, conserva su lugar. Fernández no se atrevió a correrlo. Wado es Máximo Kirchner. Es La Cámpora. Es Cristina.

El único funcionario cercano a la vicepresidenta removido fue Roberto Salvarezza, quien estaba en Ciencia y Tecnología. Lo reemplazará Daniel Filmus, quien es tan próximo a Alberto como a Cristina.

El Presidente no tocó a los que amagaron con irse. El ministro de Justicia, Martín Soria, es intocable. Se trata de un área vital. Lo mismo sucede con Fernanda Raverta (Anses) y Luana Volnovich (PAMI), quienes manejan dos cajas fuertes que La Cámpora ganó con la llegada de ambas funcionarias.

REGRESO TRIUNFAL

ANÍBAL FERNÁNDEZ, UNA FIGURA DE PESO QUE ESTÁ DE REGRESO.

Sabrina Frederic siempre estuvo en el ojo de la tormenta. Su errática gestión contribuyó mucho para que así fuera. La desplazaron del Ministerio de Seguridad para hacer posible el regreso con todos los honores del inefable Aníbal Fernández, una figura de peso en el kirchnerismo. Un soldado de Cristina que va a todas las batallas sin dudarlo ni un segundo.

Aníbal es el hombre adecuado para asumir el rol de vocero de todo cuanto la conducción del espacio político desee instalar. Su presencia es clave. Tanto como el hecho de que su modus operandi tenga grandes puntos de contacto con Sergio Berni, el responsable de la seguridad en la provincia de Buenos Aires y uno de los críticos más despiadados de la labor de Frederic.

También volvió Julián Domínguez.  Entró en escena para sustituir a Luis Basterra en Ganadería, Agricultura y Pesca, un ministerio que nunca acercó posiciones con el campo, un sector vital para la economía pero que siempre está en conflicto con el kirchnerismo. ¿O el kirchnerismo siempre está en conflicto con el campo? Domínguez, que podría ser considerado un hombre de Alberto, también garantiza buena relación con los sindicatos.

TROTTA TAMBIÉN CAYÓ EN DESAGRACIA

La pandemia puso a la educación en el centro de la escena. El debate por clases presenciales o virtuales desgastó más de la cuenta al Gobierno. Nicolás Trotta, otra figura del riñón de Alberto, practicó varias volteretas en el aire para adecuarse a la línea fijada por el Presidente para combatir los azotes del coronavirus.

Se fue desgastando sin pausa. Perdió espacio y Fernández se desprendió de él para apelar a Jaime Perzyck. El rector de la Universidad de Hurlingham es un punto a favor de Cristina. De hecho, integra la comisión de Educación del Instituto Patria.

Se salvaron, por ahora, Martín Guzmán (Economía) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo). Uno debe terminar de cerrar el acuerdo con el FMI; el otro tiene que mover los engranajes de la recuperación económica. Sus movimientos son seguidos con suma atención por la vice.

El Gobierno intenta reaccionar tras la derrota en las elecciones primarias. El Gabinete cambió. Pero… ¿es el Gabinete de Alberto o de Cristina?

JUAN MANZUR ES EL NUEVO JEFE DE GABINETE, UN PUESTO DE PESO EN EL GOBIERNO DE ALBERTO FERNÁNDEZ.