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El gran DT

Marcelo Gallardo, el DT Riverplatense esta dispuesto a quedarse en su puesto hasra fines de 2021

Lo que por ahí me genera un poquito de pena es que no avancemos. Porque uno quiere una liga mejor, un fútbol mejor, pero no tenemos ese deseo de ver algo más atractivo. Es muy difícil ver un fútbol argentino mejor en un contexto donde sólo se juega por el fútbol mismo. Estamos en un torneo que no tiene descensos, ya que no se juega por nada salvo el respeto por el juego mismo, me gustaría ver un fútbol argentino mejor”. Marcelo Gallardo pronunció estas palabras hoy en una conferencia de prensa. El técnico de River, exitoso, trabajador e inconformista, puso el dedo en la llaga: desnudó a un fútbol que hace rato está ligerito de ropa pese a que anda por la vida orgulloso de sus harapos.

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y la Liga Profesional de Fútbol (LPF) perpetraron la Copa de la Liga Profesional, una competición con pocos atractivos que apenas sirve para ponerle un parche a los meses que le restan a la temporada 2020/21, afectada seriamente por la pandemia. En realidad es un parche sobre otro parche, porque antes se disputó la Copa Diego Armando Maradona, otro engendro con el que se reanudó la actividad luego del período de incertidumbre que se abrió por culpa del coronavirus y que obligó a tirar a la basura la Copa Superliga, última criatura engendrada por la Superliga Argentina de Fútbol (SAF), entidad que murió de muerte natural por la conveniencia de una dirigencia que sólo se mira el ombligo y jamás piensa en dar un salto de calidad.

Todas las ligas del mundo encontraron la forma de que el Covid-19 les hiciera la menor cantidad posible de goles en contra. En la Argentina, como contrapartida, los dirigentes sólo logran introducir la pelota en su propio arco. Fueron incapaces de diseñar un torneo serio, pese a que se llenan la boca hablando de “cuidar el producto”.

Gallardo, quien en su gestión rica en triunfos en River nunca pudo festejar un título de liga en el país, alza la voz para reclamar un torneo con jerarquía. Apunta a la excelencia. Sólo así se entiende que bajo sus órdenes los millonarios hayan ganado siete títulos internacionales y cuatro copas nacionales. Por más que la suerte le haya sido esquiva en el ámbito local, pretende una seriedad en la organización que brilla por su ausencia. El Muñeco, a diferencia de los dirigentes, entiende que la pobreza franciscana del fútbol argentino resiente a todos los clubes por igual. Cuanto más débil es la estructura competitiva, peor es el nivel y menos posibilidades tienen las instituciones de vender jugadores, principal fuente de ingresos de cada una de ellas.

A contramano de todos los que se golpean el pecho felicitándose a sí mismos por la actualidad del fútbol argentino, el técnico de River tiene una mirada superadora. Reclama porque a él no le gustan los parches. Aspira a una cura definitiva para un deporte enfermo que no percibe la gravedad de sus síntomas.

EL JUEGO TAMBIÉN IMPORTA

Hoy por hoy River está fuera de la zona de clasificación a las instancias decisivas de la Copa de la Liga Profesional. El empate del último domingo con un Racing amarrete que supo cortarle todos los circuitos de juego desató críticas contra el conjunto millonario.

“A cualquiera se le hace difícil, no sólo a River. Nos pasa a nosotros y tenemos que encontrarle la vuelta para resolver. Tenemos que ser más agresivos, con mejores posibilidades de maniobrar en espacios reducidos y una oportunidad siempre hay. Contra Racing tuvimos el mano a mano de (Agustín) Fontana, y lo podíamos haber resuelto. Hay que insistir con eso”, respondió Gallardo sobre los cuestionamientos respecto del desempeño de los de Núñez.

No se escudó en excusas de ocasión para ocultar la incapacidad de su equipo para quedarse con los tres puntos que tanto necesitaba. Y fue más allá: “Considero que siempre están primero nuestras posibilidades, más allá del rival, de la postura, de las estrategias. Tratamos de sostener una idea de juego. Los rivales cada vez te contra proponen y eso es normal en el fútbol, por eso es un juego tan lindo y uno se desafía permanentemente. Y no vamos a cambiar las formas. Si ganamos que dependa de nosotros y si perdemos, que dependa de nosotros y de las posibilidades del rival. No viví en este tiempo que un rival nos haya pasado por arriba y nos tomó el tiempo. A veces nos ganaron con poco. El problema siempre será de River y no le escapo a eso, asumo la responsabilidad”.

En un ambiente en el que todo el mundo busca la paja en el ojo ajeno mientras tiene una enorme viga que le impide ver las cosas con claridad, Gallardo para la pelota, levanta la cabeza, piensa y explica. No se justifica. En estas horas estará imaginando alternativas para superar esquemas tan cerrados como el que le opusieron las huestes de Juan Antonio Pizzi. Comprende que depende de  la capacidad de River saltar esos escollos. No les echa la culpa a los rivales, a la pelota, al árbitro, al estado del campo de juego o a sus dimensiones.  Sabe que su equipo es artífice de su propio destino incluso en un deporte en el que la imprevisibilidad siempre tiene las de ganar.

Tampoco se interna en polémicas sin sentido que hacen que se hable más de pequeñeces que suceden fuera de la línea de cal que de lo que pasa dentro de la cancha. “Suelo hacer un análisis y somos bastante realistas, no nos mentimos y no mentimos. Hay guerras dialécticas, pero no entro en eso, no me desgasto. Me tengo que ocupar más para adentro que confrontar con lo de afuera. Me ocupo de mi equipo, cómo hago para resolver problemas, es lo que me apasiona, no estoy para entremezclarme en la guerra dialéctica que no me llama la atención”, argumenta. Parece un bicho raro en el extraño zoológico del fútbol argentino. En realidad, es simplemente un técnico que persigue denodadamente la  victoria. Es, ni más ni menos, que un gran DT.