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Qué augura la escalada del dólar

No hace falta ser graduado en Economía o jactarse de tener un master en Harvard. Basta con ser argentino y tener el cuero curtido de tantas devaluaciones para darse cuenta de lo que va a venir cuando el dólar paralelo empieza su lenta e irrefrenable escalada. Uno mira entonces los precios de reojo y le viene a la mente aquello de que cuando río suena…

En países con cierto grado de normalidad económica, con una psiquis menos verdeloga que la nuestra, cualquier suba de la divisa estadounidense no sería más que una anécdota de pizarra, una variable que se mueve y que sólo importa a los inversores de grueso calibre. Pero aquí mayormente se va a los precios, no del champagne, sino de los fideos. Y ahí empieza el problema.

La semana cerró con la confirmación de que el dólar blue ha iniciado una marcha ascendente que será difícil detener. Las razones son muchas, variadas y hasta subjetivas. Podríamos resumirlas en un denominador común: la confianza en el éxito económico del gobierno es tan escasa como los mismísimos dólares. Lo cierto es que el billete verde trepó hasta los $ 167 el viernes, experimentando una suba de 9 pesos con respecto al jueves y estirando la brecha al 116% con respecto a la cotización oficial. Y aquí reside la clave del entuerto.

El dólar que se negocia en el mercado paralelo no tiene mayor incidencia en la economía, hasta que la brecha se transforma en algo así como un abismo insalvable. Entonces sí, los precios se empiezan a regir por estos valores. Es sencillo comprobarlo, basta con preguntar a cuánto está el dólar para que la respuesta sea clara y sin rodeos: “A 167 pesos”. Ese es, hoy por hoy, el dólar que existe. El oficial, que es apenas un dibujo que rige el comercio exterior; el ahorro, recargado de impuestos, al que igualmente nadie puede acceder; o las divisas que se negocian en la Bolsa, como el Contado con Liquidación, son alternativas que el comercio y el argentino de pie no contemplan. El dólar que vale es el blue.

La brecha, palabrita que venimos escuchando demasiado seguido, hace que los importadores adelanten las compras por temor a quedarse sin divisas, y provoca al mismo tiempo que los exportadores prefieran quedarse con los dólares en el bolsillo antes de convertirlos en pesos. La relación se tensa, los billetes escasean.

El economista Juan Carlos De Pablo suele decir que cuando la brecha llega a semejante cifra, la solución es sencilla: se produce un salto devaluatorio y un fogonazo inflacionario. Casi que no existe otra manera de apagar ese incendio. Nos ha pasado antes y todo indica que volverá a ocurrir.

Los especialistas en finanzas trajinan las redes sociales azotando al gobierno y exigiendo algún tipo de reacción. En los argentinos la escapada del dólar no sólo es el preludio de problemas graves en materia de inflación, sino que además desata una angustia existencial pocas veces vista en otras pampas.

El Gobierno mueve las piezas y sube las tasas de interés para que los ahorristas encuentren un atractivo allí y dejen de correr tras el dólar. No puede hacer mucho más. Ya obturó casi todos los caminos para acceder a las divisas en forma legal, y el segmento ilegal es imposible de regular justamente por su propia condición de ilegal.

Los que mueven el amperímetro en las sombras no son Usted o su vecino, individuos que a duras penas convalidarán un dólar a 167 pesos por unidad. Allí los que marcan la cancha son los grandes jugadores, las empresas que deben hacerse de divisas para cancelar deudas o comprar insumos provenientes del exterior.

Cuentan en los pasillos del Palacio de Hacienda que éste no será un distendido fin de semana largo para el equipo que conduce Martín Guzmán. Habrá reiteradas reuniones de mesa chica y se sopesarán nuevas medidas para cortar esta hemorragia verde. Se dice que el martes habrá anuncios de peso. ¿Se dejará flotar al dólar? ¿Se producirá un salto devaluatorio para achicar la brecha? ¿Habrá cambios de nombres en el Gabinete? Lo veremos el martes. (Esta historia continuará…)