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Las Leonas, orgullo nacional

LAS LEONAS EN EL PODIO. DUEÑAS DE UNA MEDALLA DE PLATA QUE VALE ORO.

Están ahí, en el podio. No, el escalón más alto es para los Países Bajos, el gran campeón olímpico de Tokio 2020. Pero Las Leonas, entre las lágrimas por ese oro esquivo, están en el segundo puesto. Perdieron la final. En la derrota no resulta sencillo encontrar consuelo. Sin embargo, de sus cuellos cuelga una medalla plateada, que abriga el corazón quizás tanto como la más preciada. El Seleccionado femenino de hockey sobre césped consiguió algo inédito: está más allá de los resultados, es una marca registrada. Más que eso, es orgullo nacional.

Conmueve el llanto de Belén Succi, la arquera que soñaba con un regreso dorado a casa. Lloró a mares extrañando a su hijo. Expuso con absoluta naturalidad la postal del esfuerzo que implica ser una deportista que debe dejar todo por la camiseta celeste y blanca. De algún modo, todos queríamos verla disfrutando la recompensa que tanto ansiaba.

LAS LÁGRIMAS DE BELÉN SUCCI, EL SÍMBOLO DEL ESFUERZO DEL EQUIPO PARA ESTAR EN TOKIO 2020.

Noel Barrionuevo, la capitana que parece estar desde siempre como resguardo defensivo, se despide del equipo. Estuvo por primera vez en Beijing 2008 y nunca faltó. Perseguía la revancha por la caída en la finalísima de Londres 2012, al igual que Rocío Sánchez Moccia -otra que dejó a un hijo muy pequeño en casa- y Sofía Maccari, quien en Tokio estuvo como reserva.

Entonces fluye un dato elocuente sobre la identidad de Las Leonas. Cayeron en el duelo por el oro en 2008, como lo habían hecho en Sydney 2000, el Juego Olímpico bautismal de un equipo que llegó para quedarse. Hace dos décadas que las mujeres argentinas están en la elite del hockey. Tres medallas de plata y las dos de bronce obtenidas en Atenas 2004 y cuatro años más tarde en la capital china. ¡Cómo no enorgullecerse de una Selección que jamás dejó de perseguir el éxito!

Porque, vale recordarlo, en el medio pasaron nada más y nada menos que los títulos mundiales de 2002 y 2010, los terceros puestos de 2006 y 2014 y los siete campeonatos de Champions Trophy que hicieron todavía más grande la leyenda.

MÁS QUE UN EQUIPO, UN FENÓMENO POPULAR

El camino lo iniciaron, entre otras, Magdalena Aicega, la fantástica Luciana Aymar, Soledad García, Mercedes Margalot, Karina Masotta, Vanina Oneto, Cecilia Rognoni -otro crack maravilloso- y Ayelén Stepnik a las órdenes del inolvidable Sergio Cachito Vigil en aquellos días en suelo australiano. Lo continuaron en la cuna de los Juegos con el bronce, como para dejar en claro que no había sido casual esa explosión popular que desataron y que llevó a muchas niñas a entrar en los clubes con el palo -stick, para los puristas- anhelando un futuro de Leonas. Sí, crearon una identidad.

Ya con Gabriel Minadeo en lugar de Cachito les tocó otra vez el tercer escalón del podio de Beijing. Estaban las de siempre, más las jóvenes que unían sus esfuerzos a la causa como Succi, Rosario Luchetti, Mariné Russo, Giselle Kañevsky y Carla Rebecchi.

LA FINAL QUEDÓ EN MANOS DE PAÍSES BAJOS, UN EQUIPO SUPERIOR.

En 2012, con la genialidad de Aymar como estandarte insuperable y como sobreviviente de Las Leonas originales, más otra camada que aportaba a la renovación constante, se produjo la decepción por la derrota a manos de Países Bajos -en esa época todos le decían Holanda-, ese verdugo que al igual que ahora en Tokio se cruzó en el camino para postergar los deseos del equipo que en ese momento también dirigía el Chapa Carlos Retegui, el actual conductor del Seleccionado.

Pasó Río de Janeiro 2016 con un séptimo puesto que levantó polvareda. Minadeo, otra vez al frente del conjunto argentino, debió arreglárselas por primera vez sin Aymar, pero le abrió la puerta para jugar a Las Leonas del futuro y el presente como Delfina Merino, María José Granatto y Agustina Albertario. La polémica que envolvió a ese resultado poco acorde con lo que se esperaba de ese equipo quedó disimulada por el oro histórico de Los Leones, el Seleccionado masculino que conducía Retegui.

Hoy es tiempo de lágrimas de felicidad para las experimentadas Succi y Barrionuevo, para las que toman su legado como Sánchez Moccia, Merino, Albertario, Majo Granatto y para las que debutaron y mantienen vivo el espíritu de Las Leonas como Agustina Gorzelany, Valentina Raposo, Valentina Costa Biondi, Victoria Sauze, Agostina Alonso, Eugenia Trinchinetti, Micaela Retegui (la hila del Chapa, como para confirmar la noción de pertenencia a un deporte), Sofía Toccalino, Julieta Jankunas y Victoria Granatto. De ellas es esta plata que parece de oro.

De pronto, detrás de los barbijos que impuso la pandemia en estos Juegos Olímpicos y esta vida tan distintos, surgen las sonrisas. Es el momento en el que se entiende -ellas lo hacen- que haber perdido esta final es una anécdota. Dolorosa, pero anécdota al fin. Porque cuando pase el tiempo las abrazará el orgullo de saber que son orgullo nacional.  

EL ABRAZO BIEN APRETADO, CON LA CAPITANA NOEL BARRIONUEVO Y LA DEBUTANTE AGOSTINA ALONSO COMO POSTAL DE UN LEGADO QUE PASA DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN.

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