El marketing cumple una función decisiva para destacar las cualidades de un producto, pero no hace milagros. El valor de una marca no se construye con mensajes falsos y este Mundial de Clubes lo demostró. El fútbol argentino ya no puede golpearse el pecho jactándose de tener la Liga de los campeones del mundo. Se terminó la mentira: es un torneo que no refleja el potencial de la mejor Selección del planeta.
Boca y River, los máximos exponentes de este deporte en el país, se despidieron muy pronto de ese certamen creado con mucha pompa por la FIFA. Y lo hicieron con más pena que gloria. Bueno… en el caso de los xeneizes fue con toda la pena y nada de gloria. A los millonarios les queda el pequeño consuelo de no haber hecho grandes papelones.
Porque lo que le ocurrió a Boca sí fue un papelón. Inmenso, colosal, histórico… No tenía el futuro en sus manos porque dependía de las ganas que Bayern Múnich mostrara en su duelo con Benfica, pero nadie en su sano juicio -y menos confundido por el marketing impuesto por la AFA- imaginaba tamaño bochorno. ¡No le ganó a un modesto, pero orgulloso, equipo amateur de Nueva Zelanda!

Christian Gray, un docente desconocido que gozó de sus 15 minutos de fama al marcarle un gol al conjunto dirigido por Miguel Ángel Russo, instaló en escena la descarada burla que tomó como víctimas a los auriazules. Boca fue una triste caricatura de un equipo que en este certamen resultó puro marketing. Solo marketing.
El mundo se conmovió con la avalancha de hinchas que cubrió las playas de Miami y las tribunas de los estadios por los que pasó Boca. De fútbol, ni hablar. Y no se antoja casual. Venía cuesta abajo hasta ese notorio repunte contra Benfica que habló más del efecto positivo que causó la llegada de Russo a la dirección técnica que de la identidad de un equipo que dentro de la cancha no posee rasgos que permitan identificarlo como tal.
Hace rato que Boca no juega a nada. Vive del marketing. No cuenta con un plantel a la altura de un actor que aspire a un rol protagónico. ¿Quién es la figura de Boca? ¿Tiene alguna figura Boca? En los papeles sería Edinson Cavani, pero el uruguayo se parece poco y nada al delantero de primer nivel que alguna vez gritó goles a granel en las mejores ligas del planeta. El Cavani que se instaló en la Ribera llegó con más pasado que presente…
Se llevó todos los aplausos Miguel Merentiel por su golazo contra Bayern Múnich, pero La Bestia no es una figura. Representa el ejemplo más fuerte del voluntarismo para triunfar en un deporte que les hace lugar a aquellos que, como este uruguayo, le rinden un respetuoso culto al trabajo silencioso. ¿Dejó alguna otra imagen destacable Boca en el Mundial de Clubes?
Russo hizo más de lo que se esperaba con un plantel de una calidad muy inferior de la que muchos se atreven a señalar. Si hasta incluyó en la delegación a jugadores como Marcos Rojo que tiene los días contados en el club y últimamente solo es noticia por expulsiones, amonestaciones absurdas o polémicas sin sentido. El defensor se ganó una tarjeta amarilla sentado en el banco de suplentes…
El español Ander Herrera arribó con bombos y platillos, con el rótulo de un mediocampista importante que deseaba vestir la camiseta azul y oro. Se sacó las ganas por unos minutos, porque perdió una y otra vez la batalla con las lesiones. Su tiempo también pasó hace rato, pero lo presentaron como una figura que se sumaba a la cruzada xeneize. Todo marketing.

Los hinchas le reprocharon a Leandro Paredes haber estado de vacaciones en Miami mientras Boca se debatía en la cancha. El mediocampista de la Selección era jugador de la Roma en este momento. Juan Román Riquelme, el presidente del club de la Ribera, siempre dijo que lo quería en sus filas. Sin embargo, recién en estas horas dio el paso decisivo para concretar el traspaso. Sí, con el equipo ya eliminado. Hasta ese instante, la incorporación constituía un acto propagandístico que no se traducía en los hechos.
SOLO UNA VENTA MILLONARIA
River participó en el Mundial abrazado a los ecos de la venta de Franco Mastantuono al Real Madrid. Aunque el pibe amaga con ser un excelente jugador, es difícil saber si cumplirá con las expectativas que anidan en torno a él. Se va rápido a Europa, demasiado rápido. Una clara demostración de la voracidad de los jóvenes por un pase al exterior y la necesidad de los clubes de desprenderse de sus joyas para hacer caja.
Mastantuono es la mejor promesa del fútbol local. No caben dudas. A los 17 años se puso al hombro a un River de vuelo bajo y sorprendió por su tenplanza para asumir tamaña responsabilidad. El video del golazo a Boca es su lujosa carta de presentación. Si alguien esperaba ver en acción en todo su esplendor al último gran producto de la inagotable fabrica de talentos que funciona en la Argentina, no tuvo esa suerte. Este diamante en bruto jugó el torneo en suelo estadounidense en tono de despedida.
Ni siquiera el aura de Marcelo Gallardo sirvió para que River se reencontrara con los viejos buenos tiempos. Tras el controvertido paso de Martín Demichelis, El Muñeco volvió, pero nada cambió. Casi nada mejoró. Al elenco de Núñez lo rescató Mastantuono y lo llevó más lejos de lo que podría haber ido sin él. Porque tampoco a los millonarios les sobran los jugadores de jerarquía. Hasta la proclamada defensa campeona del mundo con varios integrantes del plantel de la Selección argentina triunfante en Qatar 2022 hizo agua.
La creación marketinera que procuró convencer al universo futbolero de la seguridad que proyectaba la presencia de Franco Armani en el arco y de Gonzalo Montiel, Germán Pezzella y Marcos Acuña en la retaguardia apenas fue producto de un optimismo irreflexivo. Porque, en realidad, la mayoría de ellos dejó de ser parte del presente del equipo de Lionel Scaloni. No se puede vivir de recuerdos por más que esos recuerdos sean buenos.
Nada es casual en el fútbol argentino. El retorno de Gallardo se antojaba como la promesa del regreso a la senda del éxito que mostró como mayor hito la victoria sobre Boca en la final de Madrid en 2018. A pesar de sus pergaminos como DT, El Muñeco no hace milagros. No los hizo en su anterior ciclo y no puede hacerlos hoy, cuando su River no dispone de un plantel de la calidad de aquel tiempo. El problema es que varios de los nombres de 2025 son los mismos de 2018.
Además de los todavía vigentes Armani y Montiel, permanecen en el equipo Enzo Pérez, Ignacio Fernández y Gonzalo Pity Martínez. A ellos habría que sumarles a otros jugadores importantes como Manuel Lanzini y Lucas Martínez Quarta y, por supuesto, a Pezzella y al Huevo Acuña. Son los mismos nombres del pasado, pero son diferentes dentro de la cancha.
En Núñez ya se habían puesto en manos de Demichelis sin saber qué era capaz de ofrecerles en el rol de entrenador luego de la salida de Gallardo. A los dirigentes los impulsaba el recuerdo de lo que había sido en su época de jugador y con la apuesta por su formación como parte del Bayern Múnich. Disciplina alemana para la reconstrucción de River. O algo por el estilo. No funcionó, pese a que se ponderaba su experiencia sin considerar que jamás había estado al frente de un plantel profesional. Marketing con la banda roja cruzando el pecho.
Este pálido presente de River ofrece manifestaciones llamativas. Miguel Ángel Borja fue defenestrado después de haber sido un pilar en la breve gestión de Demichelis. No entraba en los planes de Gallardo, quien lo ignoró por completo. Apostó fuerte por Sebastián Driussi, hasta que una inoportuna lesión en el debut contra Urawa Red Diamonds provocó un estruendo insoportable en las filas del Muñeco. El técnico probó todas las variantes posibles para prescindir del colombiano, aun en desmedro de su propio equipo. Solo un DT con una espalda tan ancha puede hacer eso.
EL PROBLEMA ESTÁ EN LA ARGENTINA
Si bien Boca y River fracasaron en el Mundial de Clubes, el problema está lejos de Estados Unidos, donde se desarrolla esa competición. El problema habita en la Argentina. La culpa es de la AFA y su torneo de una indisimulable pobreza franciscana. La liga de los campeones del mundo… El decadente nivel del fútbol que se ve -y se sufre- en las canchas de estas latitudes tuvo incidencia en lo que mostraron xeneizes y millonarios fuera de las fronteras nacionales.
Un torneo en el que participan 30 equipos atenta contra cualquier intento de dotar de competitividad a un campeonato. A la Primera División le sobran al menos diez protagonistas. Ninguna liga del mundo es tan generosa en cuanto a plazas. Modificar las reglas sobre la marcha para suprimir descensos empeora todavía más la situación. La desprolijidad en los escritorios facilita la merma del juego. En cuanto se está a salvo de perder la categoría por una decisión de escritorio entre gallos y medianoche, se baja la guardia y se limita la ambición.
La venerada calidad de los jugadores argentinos no dice presente en esa treintena de equipos. Están los pibes apurados por irse antes de confirmar si son estrellas con futuro o meras estrellas fugaces; los acompañan los veteranos que regresaron para cumplir sus últimos años de carrera en un contexto menos exigente y aquellos que no tienen otra alternativa que construir su carrera sin salir del país. Ese fútbol no cobija a ningún representante del fútbol local en el ámbito internacional.
Así y todo, Racing ganó la Copa Sudamericana el año pasado y la Recopa hace pocos meses. Se trató de una excepción a la regla. Los equipos argentinos no compiten fuera de la Liga de los campeones del mundo. Se ilusionan con títulos continentales, los persiguen con desesperación, mas no los obtienen con la misma intensidad con la que los imaginan en sus vitrinas.
Además, aunque suene extraño, Boca y River hoy por hoy no marcan el rumbo de los torneos nacionales. Los auriazules festejaron por última vez en 2022 y sus clásicos rivales un año más tarde. Los más recientes campeones fueron Estudiantes, Central Córdoba, Vélez, Talleres y Platense en el repaso de la incomprensible cantidad de títulos que se disputan en la Argentina.
La AFA, con Claudio Chiqui Tapia a la cabeza, se mantiene indiferente a este presente. Se golpea el pecho por los triunfos en cadena de la Selección nacional. Incluso, hasta se atreve a ponderar su propia competencia doméstica como si no entendiera lo que está ocurriendo. No la ve. No entiende que ya se terminó la mentira de la Liga de los campeones del mundo.