Inicio opinion Es la vacuna, estúpido

Es la vacuna, estúpido

Ser un ‘antivacunas’ no significa oponerse a la vacunación. Hay millones de personas en todo el mundo que quieren vacunarse, pero temen a los graves efectos adversos que estas inyecciones producen, amén de que muchos también se niegan a ser tratados como conejillos de indias en una “fase de experimentación”.

Los medios llaman de esta manera despectiva a todo aquel que ose pensar diferente. Aun cuando se trate de 17.000 médicos en Washington denunciando persecución, vacunación forzada (incluso en niños) y la negación por parte de los asesores gubernamentales de la inmunidad natural.

Muchos de ellos, que se pasaron años estudiando la carrera de medicina para salvar vidas, seguramente no se considerarían antivacunas teniendo todas las del calendario colocadas, como la BCG, Triple Viral, Neumococo, Hepatitis o Gripe, entre otras. 

Sin embargo, ni siendo el número uno del tenis una persona ‘opositora’ puede salir indemne del dedo sanitario acusador. Novak Djokovic fue detenido y deportado de Australia como si fuera un criminal. Un país modelo en democracia y crecimiento humano se convirtió en uno totalitario que no respeta siquiera la decisión individual, máxime cuando habiendo tenido covid, el deportista serbio tenía la inmunidad necesaria que le permitía jugar el primer Grand Slam del año.

“Pero hombre, si los vacunados contagian” diría un español. Y es cierto. Esta verdad incuestionable que acepta la Organización Mundial de la Salud (OMS), contrasta con la política irracional de los gobiernos por imponer el pase sanitario, un sistema que no funciona para nada y solo discrimina, permitiendo incluso que los inoculados sigan diseminando el virus.

NOVAK DJOKOVIC FUE DEPORTADO DE AUSTRALIA POR NO ESTAR VACUNADO.

Este requisito fascista, similar al utilizado por los nazis en el Holocausto, viola numerosos artículos de las constituciones, entre ellos, el de libre circulación. Pero también el Código de Ética de Nüremberg, establecido luego del juicio a los médicos alemanes por hacer experimentos con los judíos. El punto I del tratado, incluso, deja bien en claro que “es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del sujeto humano”.  

Es que “queremos incentivar la vacunación” responden los ministros argentinos. Sí, como si todo aquel al que le impidiesen viajar por no inyectarse una vacuna de emergencia, de pronto experimentase un convencimiento basado en la ciencia, cuando en realidad solo es persuadido por un instrumento de coerción.

LAS VACUNAS SALVAN VIDAS

Sí, no es una contradicción con los párrafos precedentes. Se trata de las que fueron testeadas y probadas durante décadas, con todas las fases de investigación completadas. Las vacunas evitan la muerte en muchas enfermedades; así ha sido probado con la polio, la viruela, la fiebre amarilla o el sarampión.

¿Por qué se resisten entonces los gobiernos y farmacéuticas en explicar y convencer, debatir y mostrar los resultados científicos? ¿Por qué prefieren hablar de los ‘anti’ y no de las consecuencias indeseadas de las vacunas, muchas de las cuales provocaron el deceso de personas que habían creído en su protección?

Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, fue fustigado hasta el hartazgo por periodistas, políticos y opositores cuando en 2020 comparó al coronavirus con una “gripezinha” (reacción dispar a la que tuvieron con el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, cuando puso “cara de coronavirus”).

Hoy, cuando parecería que por fin la pandemia ve una luz al final del túnel gracias a la variante Ómicron, algunos gobiernos comienzan tímidamente a hablar de una fase endémica en la que el SARS-Cov2 se convierta en una gripe. Así, como arte de magia. Y no por las altas tasas de vacunación en todo el mundo. 

El primero que liberó restricciones fue Israel a mitad de 2021, cuando había obtenido una altísima tasa de vacunación. Familias enteras festejaban en Tel Aviv, Haifa o Jerusalén el fin del denostado barbijo. Unos meses después, primero con la cepa Delta y luego ya con la variante sudafricana esparciéndose por el globo, admitió que su estrategia fracasó y pasaría a utilizar el modelo sueco de inmunización natural.

PARA JAIR BOLSONARO, EL COVID-19 ES UNA «GRIPEZINHA».

Dinamarca, por su parte, anunció en los últimos días que a partir del 1° de febrero retirará todas las restricciones sanitarias y dejará de considerar al covid-19 como enfermedad crítica, lo cual implica el cese del uso de mascarillas en ambientes cerrados.

Lo mismo hará Francia, a pesar de que está en un pico de contagios y Emmanuel Macron se ha negado en múltiples ocasiones a ceder con el pasaporte sanitario. Esta vez no fue él quien dio la cara para anunciar el levantamiento, sino su primer ministro, Jean Castex, quien aseguró que desde el 2 de febrero no habrá requerimiento de aforo, uso de barbijo en espacios abiertos y tampoco habrá necesidad del teletrabajo, que era obligatorio para los profesionales que pudieran realizarlo.

Gran Bretaña, en tanto, sigue lo propio aunque presumiblemente sea más por el temor de Boris Johnson a perder su puesto en Downing Street que por las consecuencias del virus chino: imitó las fiestas de Olivos en medio de la feroz cuarentena mundial.

Al momento de escribir este artículo, 28 de enero de 2022, casi 6 millones de personas murieron en todo el mundo producto de la neumonía de Wuhan, entre 343 millones de casos, y con una población mundial estimada en 7.837 millones.

A pesar de que la cifra de muertes por millón muy baja, es de obtuso negar que estamos hablando de un virus peligroso y que debe ser tratado de la misma forma que otros letales como el Ébola o la Gripe A, que también asustaron al mundo en su momento con provocar una pandemia. Ahora bien: ¿todos los fallecimientos han sido de personas no vacunadas? No. Hasta julio de 2020, cuando la humanidad no tenía a disposición todas las vacunas, había 1,8 millón de decesos en todo el planeta. O sea, 4,2 millones de personas menos que hoy, cuando aproximadamente un 66% del globo está vacunado al menos con una dosis. 

“La vacuna es la salida” promociona la Casa Rosada, en momentos donde intenta imponer el pase sanitario y continuar con el barbijo obligatorio en todos los medios de transporte y oficinas estatales.

Las provincias argentinas han seguido por lo general los lineamientos establecidos desde Balcarce 50, aunque no todas al pie de la letra. Claramente se diferencian en lo que respecta al turismo ya que muchas dependen de él, pero hay otras como Buenos Aires que persisten en medidas que el mundo ya va dejando atrás.  

Así lo hizo saber el ministro de Salud Nicolás Kreplak junto al Ministerio de Transporte provincial. Desde el jueves 27 de enero, los trabajadores que se quieran mover por el distrito en colectivos de media y larga distancia, no lo podrán hacer si no tienen la famosa cartilla de vacunación completada.

El método, claro está, no ha funcionado en ningún lado. Obligar no convencerá a quien se quiere vacunar. Los políticos deben entender que esa persona teme por su vida: perder la salud también puede ser por culpa de Pfizer, Moderna, Jansen, Sinopharm, Cansino o Sputnik.

La vacuna sería la salida si fuera efectiva. Que hay movimientos antivacunas que no aceptan ninguna de las inyecciones es verdad, pero son los menos. La realidad es que nadie se opondría a salvar su pellejo si los componentes no tuvieran efectos tan devastadores como trombosis, arritmias, shocks anafilácticos y hasta la muerte.

¿A quién no le gustaría recibir una vacuna que lo salve? Pero, ¿cómo confiar cuando los laboratorios piden leyes de protección jurídica ante posibles demandas? ¿Cómo confiar cuando los gobiernos obligan, en vez de convencer? ¿Cómo confiar cuando hubo tanta manipulación, mentiras e incentivación del miedo por parte de políticos, epidemiólogos y medios de comunicación?

¿QUÉ HACEMOS?

¿Vacunarse ante presión o confiar en el sistema inmunológico? Es la pregunta que muchos se hacen. También queda en el aire otra inquietud: ¿por qué los laboratorios no han creado vacunas que detengan la propagación o maten al virus, en vez de generar unas que solo aumentan los anticuerpos y duran poco tiempo?

Algunas utilizan la tecnología de ARN mensajero, en la cual les enseñan a las células a protegerse y generar inmunidad. Otras inactivan al virus, que dicho sea de paso, comparte gran parte de su genoma con otros 6 coronavirus conocidos, entre ellos el SARS-CoV-1 (causante del síndrome respiratorio grave de 2002) y el MERS, que provocó una epidemia en Medio Oriente en 2013.

Con aquellos la reacción fue muy diferente: no hubo cuarentenas masivas ni restricciones de circulación. Tampoco detenciones arbitrarias ni Green Pass. Mucho menos hubo psicosis colectiva o histeria gubernamental. Obviamente, con ello no se minimiza la gravedad del covid-19, sino que se apunta a la reacción oficial y al tratamiento: se consideró a todo el mundo como potencial enfermo.

LA ARGENTINA PUSO ÉNFASIS EN LAS CAMPAÑAS DE VACUNACIÓN MASIVA.

 ¿Y en cuanto a la medicación temprana? La OMS comenzó a finales de 2021 a permitir fármacos que pueden prevenir que la enfermedad devenga en un cuadro más grave, como la internación en terapia intensiva o la muerte. Algunos de ellos son el artesunato (que se utiliza para la malaria), imatinib (para el cáncer) e infliximab (enfermedad de Crohn), todos aprobados en agosto pasado, pese a que ministerios de salud nacionales y provinciales aún son reticentes a incorporar nuevas drogas a su protocolo. En el último mes se agregaron otros como sotrovimab (a base de anticuerpos sintéticos) y baricitinib (para la poliartritis reumatoide).

Empero, la misma organización desaconseja la utilización de la ivermectina si no es en ensayos clínicos. Pero bueno, vaya paradoja: sí acepta vacunas experimentales en fase de experimentación.

Como contrapartida, y en buena hora para los pacientes, el gobierno de Tucumán sí participará de un estudio internacional en conjunto con un laboratorio francés para la incorporación de este célebre fármaco a los tratamientos anticovid. “Como se sabe, tenemos distintos protocolos de tratamiento y de prevención en materia de covid. El primer tratamiento que hicimos fue en el 107, en personal de salud que estaba expuesto al virus cuando todavía no había vacunas. Hubo un grupo de personas que tomó la ivermectina y vimos su alta eficacia, ya que no se enfermaban o si presentaban un cuadro no era de gravedad”, indicó el ministro de Salud tucumano, el doctor Luis Medina Ruiz (https://bit.ly/3GRsUM7). 

FINAL DE LA PANDEMIA

Nadie tiene la bola de cristal, hasta donde sabemos. A esta altura, el final de esta locura que vive el mundo parece impredecible. Tal vez Bill tenga esa respuesta. Y no hablo del Clinton a quien hago analogía en el título, sino del creador de Microsoft y devenido experto en epidemias, Bill Gates.

La nueva variante, que es más contagiosa pero menos mortal, da una pizca de esperanza de lograr la soñada inmunidad de rebaño, tan demonizada pero que de a poco empiezan a aceptar algunos científicos. Para los amantes de las restricciones esto no es bueno, pero sí permitiría recuperar la vida normal.

 Así lo deja entrever Hans Kluge, director regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud, quien ha señalado que con un porcentaje de contagiados por ómicron del 60%, el Viejo Continente entraría en una nueva fase que podría ponerle fin a esta situación. Y también lo sugiere el ingeniero español Tomás Pueyo, de Sillicon Valley, quien pronosticó la pandemia y ahora dice que “es probable que acabe en uno o dos meses”.

Cuando se logre (o antes), sería conveniente asimismo que se despierte la Justicia, adormecida en algunos países o amordazada en otros por los Ejecutivos. Comenzar con los juicios por las violaciones a los derechos humanos tanto de las fuerzas de seguridad como de los funcionarios que las impartieron sería un primer paso. En Argentina, vale recordar, aún resuenan los casos de Facundo Astudillo Castro, Lucas Verón, Florencia Magalí Morales y Luis Espinoza. Y también los del totalitario gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, denunciado por las condiciones “inhumanas” de los centros de aislamiento. 

Asimismo, la mala praxis de clínicas, sanatorios y hospitales también debe estar en el banquillo, sin otorgar ningún tipo de obediencia debida como hubo con los militares. Numerosas familias perdieron a sus seres queridos producto de la negligencia médica (como denunció la enfermera neoyorkina Nicole Sirotek), ya sea por intubar cuando no debían o por abandono de persona, como les ocurrió a Noemí Mercado en San Antonio de Padua o a la joven Lara Arreguiz en Santa Fe, de tan sólo 22 años y fallecida en el pasillo de un hospital público.

EL MUNDO AGUARDA EL FINAL DE LA PANDEMIA.

Hoy, mientras miles de camioneros canadienses presionan al primer ministro Justin Trudeau para ponerle fin a su cruel política sanitaria, otros países comienzan a pensar más en la hipotética guerra entre Rusia y Ucrania que en el propio coronavirus. Se viene el invierno europeo y un conflicto bélico dejaría sin gas y comida a todo un continente. Esta razón, y no la científica, quizá sea la luz al final del túnel que el planeta entero desea.

Todos queremos que sea la última etapa de la pandemia. Todos confiamos en la ciencia. Pero si un producto debe ser obligatorio para que lo compres, su contenido no puede ser bueno. Los antivacunas sólo quieren tratamientos que funcionen, porque así como algunos creen que no van a contagiarse y dicen “a mí no me va a pasar” (título de tapa del reciente libro del neurólogo Conrado Estol), también hay otros que creen que los efectos secundarios son inofensivos y las muertes por trombosis o anafilaxia son sólo un número insignificante.

En nuestro país tenemos 39 millones de vacunados, pero parece estar lejos de la sanación y de la libertad. Hacer ciencia, respetar el juramento hipocrático y curar a la población deben ser los pilares de toda defensa sanitaria. De lo contrario, jugar con la vida de la gente es poner en práctica lo que George Orwell escribió en ‘1984’, que no es precisamente ‘El mundo feliz’ anhelado, sino más bien el parecido al de la novela de Aldous Huxley.