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El 60% de los argentinos rechaza la legalización del aborto

Se viven horas intensas en la Argentina. En realidad esta afirmación no constituye novedad alguna, pues en estas latitudes siempre sucede esto. Pero es cierto que por estas horas se está discutiendo una ley que divide las aguas. La Cámara de Diputados debatirá hoy el proyecto de legalización del aborto. Esta iniciativa, impulsada personalmente por el presidente Alberto Fernández, despertó un particular fervor entre quienes se han embanderado a favor (identificándose con pañuelos verdes) o en contra (celestes) con los argumentos de decidir sobre su cuerpo o defender las dos vidas, respectivamente. Pero más allá de los grupos que han decidido militar por este tema, una encuesta revela que el 60% de los argentinos espera que esta ley no sea sancionada.

A fines de noviembre, Giaccobe & Asociados entrevistó a 2.500 personas para detectar el humor social sobre un amplio abanico de temas. Uno de los más controversiales, sin dudas, fue el del proyecto de interrupción legal del embarazo.  Sorpresivamente, admite la propia consultora, un amplio espectro de los participantes en su sondeo dejó en claro su oposición a la norma.

Hace dos años, cuando el entonces presidente Mauricio Macri abrió el debate en el Congreso, una mayoritaria porción de la sociedad se mostraba a favor del aborto. Pero hoy la situación se modificó tan llamativa como rotundamente.

Según Giaccobe & Asociados, en la primera ronda del debate los verdes irrumpieron con entusiasmo y fuerza en la sociedad, y controlaron la discusión. Instalaron un espíritu del tiempo. Los celestes se vieron apichonados y contra las cuerdas. La aprobación en Diputados (pese al rechazo en senadores) para los verdes significó un triunfo. Saben muy bien que en la mayoría de los países donde la ley fue aprobada, el movimiento no lo logró a la primera arremetida. De modo tal que media sanción en la primera intentona no estaba nada mal. Eso los envalentonó al pensar que el triunfo estaba en la próxima ronda, y quizás el exitismo sea el germen de que el entusiasmo del sector torciera hacia un discurso más irritante y violento.

Los celestes salieron de entre las cuerdas, como los boxeadores, pegando. Dieron el debate y florecieron múltiples figuras de alto voltaje mediático, muchas de ellas con el mismo estilo irritante que las de enfrente. Y finalmente se partidizó la discusión. Una de las facciones políticas que conforman la grieta, que para colmo transita un momento durísimo en términos de prestigio, se la apropió.

La soberbia y la grieta torcieron el clima social respecto de la ley de despenalización del aborto. Ahora, el 26,7% se encuentra a favor y 60% en contra. Se trata de un brusco cambio de opinión respecto de lo sucedido en 2018. El 12,9% del electorado no se define.

¿CÓMO SE ENTIENDE ESTE CAMBIO DE POSTURA?

Entre mujeres el debate está más polarizado que entre hombres. A favor se pronuncia el 28,1% y en contra, el 62,8%. Por edades, los jóvenes de entre 16 y 30 años están levemente más a favor. Por estudios existe una relación absolutamente lineal, más a favor cuantos más estudios, y viceversa. Por ingresos familiares, sucede exactamente lo mismo que por estudios.

El corazón del público a favor de la despenalización es hoy la mujer joven de buenos ingresos y estudios. El resto del público ha revisado su posición y no quiere la ley tal como está planteada hoy, en contenido legal y en contenido simbólico.

Quizás pueda entenderse la postura predominante repasando la posición política de los entrevistados. Según indicó la consultora, el 45% de los 2.500 participantes se declara independiente, apolítico o apartidario; el 19,4 es peronista; el 9,4 es afín al kirchnerismo; 4,6 se enrola en la UCR; 4,1 en el PRO y el 12,2% restante pertenece a otras fuerzas.

Tal vez también puede resultar importante la cuestión de que el tratamiento de esta ley parece divorciado de la realidad que vive una Argentina que intenta ponerse de pie luego del azote económico de la cuarentena impuesta por la pandemia. No es un tema menor ni mucho menos, pero la duda que se plantea es si es el momento para internarse en esta discusión.

Es cierto que el Congreso, a pesar de estar integrado por representantes del electorado proclamados constitucionalmente, muchas veces toma el rumbo que le indica su partido y no el que le exige el votante que lo sentó en una banca, pero está claro que diputados y senadores van a tener que reflexionar mucho sobre cómo manejar este asunto. Se van a debatir entre sus convicciones personales, las convicciones de la gente que los tiene que votar, las convicciones de los gobernadores a quienes les deben pleitesía, y las convicciones del resto de los factores de poder que participan por lo bajo.