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Apedreando a la educación

La cultura popular establece que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Lo que esa conocida expresión no contempla es que el ser humano elija encontrarse voluntariamente con ese obstáculo en el camino. Esa situación escaparía a toda lógica. Sería, sin dudas, ejemplo de una supina tozudez. En estos días, la Argentina, gobernada por hombres tozudos y carentes de lógica, se tiró de cabeza contra la piedra.

El presidente Alberto Fernández anunció anoche su firme intención de darse de bruces con ella. Contra todos los diagnósticos que señalaban que la educación no era un foco de contagios, el Jefe del Estado decidió, por su cuenta y desoyendo todas las opiniones de especialistas tanto en aspectos educativos como sanitarios, que en las escuelas el maldito coronavirus se propaga dramáticamente y que se imponía una pausa de dos semanas en las clases presenciales. No le prestó atención y dejó en ridículo a parte de su gabinete como Carla Vizzotti (ministra de Salud) y Nicolás Trotta (Educación), quienes enarbolaban la bandera de las escuelas mientras el Presidente la arriaba con inusitada rapidez.

No tuvo en cuenta Fernández el impacto devastador que la enseñanza virtual causó sobre los estudiantes. Efectos psicológicos y educativos que los hicieron retroceder varios pasos, en especial a los de menor edad, que vieron interrumpidos o retrasados procesos de desarrollo personal tan simples como ganar autonomía para ir al baño o hablar. Tampoco consideró el enorme esfuerzo que representó para los docentes poner en marcha nuevas metodologías con el permanente desafío de someterse al delicado juego de prueba y error.

Mucho menos observó el Presidente que la verdadera conectividad en la Argentina es apenas una expresión de deseos. O que la difícil economía familiar del habitante promedio de estas pampas le impide hacer erogaciones inesperadas para adquirir computadoras o cualquier otro dispositivo que allane el contacto de los alumnos con sus docentes.

Diseñar el modelo de clases presenciales y virtuales con que las escuelas venían funcionando hasta el anuncio de ayer obligó a una tarea titánica para armar burbujas, congeniar cargas horarias, tener presente si los educadores se desempeñaban en más de un establecimiento, si los niños tenían hermanos en el colegio para facilitar que todos tengan la mejor educación posible… Ahora es preciso modificar todo sobre la marcha y contrarreloj.  Hasta resulta absurdo hoy que en algún momento se haya  instalado la noción de que se vacunaba a los docentes antes que a otros grupos y actividades porque la escuela era prioritaria.

Es cierto, muchas burbujas explotaron por contagios. Pero la transmisión del virus se dio, como está comprobado, fuera del ámbito educativo. Se produjo porque el virus está en todas partes. Y una de esas partes que jamás se analizó es el transporte público. Nunca, en más de un año de pandemia, el Gobierno nacional construyó una alternativa para los distintos rubros económicamente activos de manera de aliviar el flujo de pasajeros en colectivos, trenes y subtes.

PROFUNDIZANDO LA GRIETA

La Argentina es un país en el que todos se paran de uno u otro lado de la grieta. Fernández se encarga día a día de profundizar esa situación. Así brotan opiniones a favor y en contra de sus decisiones.

Los que se encolumnan detrás del Jefe del Estado ponderan su presunta “defensa de la vida”. Los gremios también saludan sus determinaciones, en particular ésta que termina por 15 días con las clases presenciales.  También están los que aplauden hasta enrojecer sus manos por una simple cuestión partidaria. Se trata, en muchos casos, de empleados públicos que, sea como fuere, cobrarán sus sueldos a fin de mes independientemente de la marcha de la economía que aplasta a comerciantes y empresarios pymes.

En cambio, quienes se oponen a las medidas –y que, por ejemplo, lo expresaron anoche frente a la Quinta de Olivos- en muchos casos responden a la lógica de que un país sin educación va camino a la ruina. Aunque también ellos responden a intereses políticos diametralmente opuestos a los del kirchnerismo.  En este grupo también están los que trabajan y no pueden atender a sus hijos en los hogares y, por supuesto, los que divisan a la escuela como una guardería. Hay de todo en la viña del Señor…

EL PROBLEMA ES OTRO

Lo cierto es que toda esta discusión sería en vano si la Argentina contara con las vacunas que tanto necesita. El mundo reclama ese bien indispensable, pero en este país cada vez queda más visible la intencionalidad política con la que el Gobierno encaró la adquisición de los agentes inmunizadores. Se jugó a todo o nada a la Sputnik V cuando aún no estaba clara su utilidad. Afortunadamente le salió bien. Pero así y todo se jugó a una sola carta y desestimó el resto del mazo, a contramano de otras naciones que reciben productos de otros laboratorios para incrementar las opciones y acelerar un ritmo de vacunación que en estas latitudes avanza un paso y retrocede dos.

También es verdad que con la política del encierro eterno que tanto debilitó a la economía y a la educación se evitó tomar medidas necesarias. No se apuntaló el sistema de salud y eso es evidente. El incremento de los casos por la segunda ola de Covid-19 dejó expuesta la carencia de infraestructura y personal de salud –maltratado también por el Presidente- que quedó disimulada en tiempos en los que la propagación del virus era menor. Era esperable que se retomaran prácticas médicas que habían pasado a un segundo plano. La salud no espera a que el virus se vaya, aunque tanto le moleste al Jefe del Estado.

En algo sí acierta Fernández. La gente le perdió respeto a la pandemia. Muchos se descuidaron. Se expusieron y expusieron a otros. Tampoco se cuidó tanto el Presidente, que anduvo a los abrazos a diestra y siniestra y manteniendo encuentros en condiciones poco recomendables como los que compartió con Hugo Moyano, Evo Morales o Gildo Insfrán. Además les dio vía libre a las manifestaciones sociales y gremiales al tiempo que vituperaba a los que se reunían en contra del Gobierno.  Vale recordar, por las dudas, el velorio multitudinario a Diego Maradona y las escapadas turísticas de Semana Santa.

Pero, obviamente, el problema son las escuelas. Quizás Fernández no quiera reconocer que el problema es la educación. Y que la mejor forma de subsanarlo no es encontrar la forma de hacerla menos permeable a la acción del virus, sino, simplemente, apedrearla. Y, de paso, chocar por segundo año consecutivo con la misma piedra.