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La arqueología busca respuestas del pasado y el presente de la Puna jujeña

Desde hace 10 años, el equipo de investigación de arqueólogos y antropólogos de la Universidad de Buenos Aires (UBA) lleva adelante el Proyecto Pallqa, un bloque interdisciplinario que trabaja en la Puna de la provincia de Jujuy, en la localidad de Cusi Cusi, ubicada a unos 30 kilómetros del límite con Bolivia, a unos 3.800 metros sobre el nivel el mar. El objetivo es reivindicar y reconstruir las historias sobre el pasado de la región, interpretar las lógicas de las comunidades locales y reflexionar acerca de las prácticas en las disciplinas arqueológicas y antropológicas.

El doctor José María Vaquer, director del proyecto, explicó a la Agencia de divulgación científica de la Universidad Nacional de La Matanza (ACTyS-UNLaM) que “la Puna es un ambiente interesante para trabajar porque tiene desafíos como el clima; en invierno, hace grados bajo cero; en verano, hace mucho calor; y la altura nos afecta bastante a quienes somos de zonas bajas. Además, es una zona poco poblada y en general poco estudiada, ya que tradicionalmente las investigaciones se realizan en ciertos puntos, entonces nos enfocamos en sectores que no han sido trabajados hasta el momento”.

El Proyecto Pallqa lleva este nombre por su significado en el idioma quechua: Pallqa es una palabra que se refiere a un encuentro, de dos o más caminos que se unen, una convergencia en el paisaje que refleja a la perfección los objetivos del grupo de investigadores e investigadoras que llevan adelante el estudio.

El licenciado Ignacio Gerola, becario doctoral del CONICET (CONICET-UBA), mencionó: “Mi trabajo se centra en las primeras poblaciones que arribaron a la zona, a la Puna de Jujuy hace aproximadamente 10 mil años, y todo lo que fue sucediendo desde esas primeras poblaciones más pequeñas, sumamente móviles hasta que desarrollaron poblaciones más estables, con lo que fue un proceso gradual de domesticación de camélidos hace 4 mil años”.

ADAPTACIÓN A LOS CAMBIOS

Según explicó Gerola, desde su enfoque el estudio indica que hubo una primera aproximación al área por parte de poblaciones que abarcaron grandes espacios y diversas áreas, con tecnologías y saberes compartidos. “Uno puede ver una serie de elementos líticos como, por ejemplo, puntas de proyectil (de lanzas) e instrumentos cortantes que permiten entender las técnicas de explotación de recursos utilizadas”.

“En el Holoceno temprano y la primera mitad del Holoceno medio, entre los años 10 mil y 6 mil AP (Antes del Presente), el clima era más húmedo y beneficioso, tanto para los recursos bióticos como para las personas, y después hubo un proceso muy importante de aridización y los recursos se distribuyeron más en parches, por este motivo las poblaciones comenzaron a especializarse en función de esta distribución”.

Acerca de la experiencia de trabajar en conjunto con la población local, Gerola aseguró que “es enriquecedor porque hay muchas cosas que están naturalizadas en nuestra sociedad, hay construcciones sociales arbitrarias y de repente te encontrás con un otro a respetar y conocer de forma abierta para incorporar sus lógicas, sus formas y a partir de allí construir un nuevo conocimiento”, finalizó el antropólogo.

Por otra parte, Martina Di Tullio, estudiante avanzada de la carrera Ciencias Antropológicas -con orientación en Arqueología- dentro del mismo proyecto se especializa en el análisis de la cerámica, de aquellos materiales recuperados de excavaciones en la zona y artefactos líticos. “Nos permiten ver los rasgos de estilo, las decoraciones que tienen, si bien son piezas fragmentadas, la mayoría corresponden al período anterior a la llegada de los Incas a la zona, hacia el año 1400”.