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El ajuste tan temido

Como esas tormentas que se anuncian pero tardan en llegar, el ajuste sobre la economía argentina parecía más una advertencia de economistas funestos, agoreros, que la propia necesidad del Gobierno de poner en caja un esquema macroeconómico que no cierra por ningún lado.

El inesperado azote de la pandemia sirvió para que todo el esfuerzo contractivo que debía hacerse quedara en la nada y, por el contrario, el Estado asumiera un rol protagónico. Como ocurrió en el resto del mundo, debió ensayarse una política expansiva para tapar agujeros. Así nacieron el Ingreso Familiar de Emergencia y la Asistencia al Trabajo y la Producción, entre otros salvavidas.

Claro que, a diferencia de otras naciones, la Argentina no estaba en condiciones de hacer semejante esfuerzo desde el punto de vista fiscal y ahora ha llegado el momento, cuando la actividad económica parece empezar a recobrar un leve vigor, de desmontar todo ese andamiaje de emergencia.

La necesidad de ajustar el cinturón fiscal se lleva puesto entonces al IFE, que según el ministro Martín Guzmán equivalía en cada una de sus ediciones al prespuesto de Vialidad Nacional, y también al ATP. En la volteada cayeron también los jubilados, a quienes no sólo les han cambiado la fórmula para calcular los aumentos, sino que se verán beneficiados en lo inmediato con una actualización del 5%, cifra apenas por encima de la inflación mensual.

Razones hay y muchas para que el Gobierno tomara estas decisiones. La necesidad de ordenar una economía que cruje por todos lados y que se financia con emisión de pesos o deuda es la más relevante. La otra, no menor, es que del otro lado del mostrador está el Fondo Monetario Internacional, con quien hay que negociar para comenzar a pagar, algún día, los u$s 44.000 millones que pedimos prestados.

Más allá de que el principal objetivo del Gobierno será patear hacia adelante los vencimientos, hay una pregunta que no puede obviarse: ¿De dónde van a salir los dólares para pagar lo que debemos y, además, comprar todo lo que la economía necesita en materia de insumos para ponerse en marcha?

Con las reservas del Banco Central en franco declive se espera que el nuevo acuerdo con el FMI depare otro préstamo, como para tener dólares que permitan apuntalar las importaciones y aliviar la tensión cambiaria. La contracara de esto, y volvemos al principio, será la necesidad de ser fiscalmente prolijos. No será fácil.

3,5% – El nivel de déficit fiscal primario que acordarían como meta el gobierno y el fmi para 2021.

El Gobierno ha pautado para el 2021, de acuerdo al presupuesto presentado ante el Congreso, un déficit primario de 4,5%, pero se estima que el Fondo pedirá un esfuerzo algo mayor: 3,5%. Dicen los economistas que la meta es accesible, sin tener que tomar medidas socialmente lacerantes.

En definitiva, si lo que la Argentina busca es sellar con el FMI un Acuerdo de Facilidades Extendidas, que se pacta por diez años y exige reformas, deberá tener el pulso firme a la hora de las decisiones duras. En esto entran la eliminación del IFE, el ATP, la poda de los subsidios energéticos y del transporte y, no estaría nada mal a manera de ejemplo, un severo recorte del gasto de la política.