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De la epopeya a una vacunación a cuentagotas

A medida que se iban produciendo los distintos desarrollos de las vacunas contra el Covid-19, el Gobierno nacional comenzó a instalar la idea de la epopeya. La retórica kirchnerista una vez más se ponía en marcha para describir la futura campaña de inoculación. Sin embargo, pasados los meses, la Argentina está lejos de estar en los primeros lugares de la lista de países que más agentes inmunizadores han aplicado. 

A las 2.30 de hoy un avión de Aerolíneas Argentinas partió rumbo a Moscú para traer un número no precisado de dosis de Sputnik V. El viernes había arribado un lote de 330 mil dosis del primer componente. La cantidad se conoció poco antes del aterrizaje del Airbus 300 en el aeropuerto de Ezeiza. En otras palabras: se hizo un viaje de 40 horas sin saber cuántas vacunas llegarían al país.

Esta situación representa, apenas, una demostración de lo dificultoso que está siendo para la Argentina el acceso a la única defensa posible contra el virus. Siempre se ha recurrido al atenuante/excusa de que las naciones más poderosas han acaparado el mayor porcentaje de vacunas.  “El 90 % de las dosis de las vacunas contra Covid-19 está en un 10 % de los países”, repitió el pasado lunes Carla Vizzotti, la ministra de Salud de la Nación.

Esta afirmación podría contrarrestarse con una simple comparación regional respecto de cómo está la Argentina en el ranking de países que más han vacunado al menos con una dosis. 

Al 20 de marzo, Chile, que no puede competir con los países más poderosos de planeta, está al frente con 44 personas cada 100 habitantes. Muy de lejos le sigue Uruguay, con 8,96. La Argentina se encuentra en el tercer puesto con 6,78 y luego se ubican Brasil (6,34), Colombia (2,22), Perú (1,89), Bolivia (1,41), Ecuador (0,80), Paraguay (0,21) y Venezuela (0,04).

El liderazgo de Chile no sólo se manifiesta entre los países vecinos, pues marcha tercero a escala global. Israel está trabajando a un nivel impresionante que ha superado todos los índices: 112 de cada 100 personas están vacunadas. Lo escolta Emiratos Arabes Unidos, con 71; Chile, con 44; Reino Unido, con 42; Bahrein, con 38; Estados Unidos, con 36; Serbia, con 33 y Hungría, con 21; Qatar y Marruecos, con 19. Es fácil percibir que la Argentina está lejos de los que mejores campañas han instrumentado.

Sin embargo, desde los distintos estamentos del Gobierno se hace todo lo posible por entronizar el plan de inoculación es una posición que no le corresponde. En el medio hubo vacunatorio VIP y militantes inoculados en un escándalo que le costó el puesto a Ginés González García, el ministro que pasó de encabezar la lucha contra el Covid-19 a la defenestración.

Por cierto, los vacunados VIP aún esperan la segunda dosis. No la tienen porque no llega.

El sábado, el presidente Alberto Fernández rechazó las críticas de la oposición sobre el lento proceso de obtención de las vacunas.  “Quieren que la compren los que tengan plata y el resto que espere”, sentenció en un acto en el Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos (ex ESMA). Sin proponérselo, admitió una cuestión evidente: las vacunas están disponibles para los que pueden pagarlas. Y en la Argentina, donde los dólares son un bien escaso, eso se nota.

La cuenta es simple. Hasta el momento el país consiguió 4.380.540 dosis, de las cuales 2.800.540 son de Sputnik V, un millón de Sinopharm y 580 mil de Covishield.  El martes 16, Chile superó los cinco millones de vacunados. Las comparaciones son odiosas, pero reducen a la nada la noción de epopeya de una campaña que avanza a cuentagotas.