Inicio Política/Economía «No es tiempo para tibios: la confrontación es necesaria y es política»

«No es tiempo para tibios: la confrontación es necesaria y es política»

La sociedad está atravesada por discursos de odio y una frontera antagónica, irreconciliable, que separa al ´nosotros´ del ´ellos´ y no permite más que una confrontación sinfín.

POR LUCIANO MONDINO *

La Argentina a partir del 2003 es un experimento de laboratorio de lo que Ernesto Laclau, armador teórico del kirchnerismo desde su residencia en Londres, definió como el populismo: una sociedad atravesada por una frontera antagónica, irreconciliable, que separa al nosotros del ellos y no permite más que una confrontación sinfín. No hay tampoco un entendimiento dialéctico donde, según la teoría, surgiría una tercera opción a modo de síntesis que mejora la tesis y la antítesis; simplemente hay dos bandos enfrentados. La confrontación es necesaria y es política.

Lo que el modelo de Laclau omite, no de forma desinteresada, es cuál es el punto en el cual se debe dejar de confrontar para que una sociedad no llegue a vivir lo que enfrenta hoy Argentina: cuarenta millones de personas a merced del temperamento de la línea divisoria.

No es una cuestión ya de halcones o palomas o de tibios y no tibios. Es mucho más grave que eso. Es una afrenta a la calidad de vida de un país que en los últimos diecinueve años ha sido gobernado casi el 79% del tiempo por la misma facción que es quien adopta el modelo de Ernesto Laclau.

Lo que el modelo populista de Laclau tampoco advirtió es que esa frontera divisoria de la sociedad se iba a terminar volviendo un círculo de paranoia donde se puede llegar a acusar a cualquiera de enemigo no solo del partido sino de la Nación. Argumentos muy similares a los que ha esgrimido Putin en Rusia, Xi Jinping en China, los Ayatollah de Irán, los hermanos Castro en Cuba, la dupla Chávez-Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia o Rafael Correa en Ecuador, entre otros.

En una República donde se sostiene la división de poderes, el Poder Judicial nunca puede ser declarado enemigo por el Poder Ejecutivo Nacional. De lo contrario, si se busca la supresión del primero, solo será el Gobierno Nacional quien dicte sentencias judiciales en el país. Tampoco puede ser enemigo el Poder Legislativo, porque sucedería que el gobierno también se arrogaría la facultad legislativa y conseguiría así la sumatoria del poder público.

DISCURSOS DE ODIO

Cristina Fernández de Kirchner asumió su presidencia en diciembre de 2007 y a partir de ahí, desde el gobierno hacia la sociedad de forma vertical, le han dado mucha más fuerza al modelo de confrontación. La campaña de la 125, el aumento de las retenciones para el campo fue el primer discurso de odio: todo el campo, desde un chacarero hasta la Sociedad Rural, eran, discursivamente, el enemigo para el gobierno. La facción era el gobierno nacional asumiendo un papel autoproclamado de Robin Hood frente a la segunda facción que era oligarquía, los blancos, el imperialismo y cuantas cosas más.

Le dieron tanta rosca al modelo de Laclau que era muy fácil acusar a alguien de golpista. En un país que ha sufrido golpes de Estado, se naturalizó que funcionarios de las altas esferas pudieran acusar de golpistas a todos aquellos que pensaban distinto.

Hay un discurso de la entonces presidente Cristina Kirchner en el 2008 que afirma: “el campo puede darse el lujo que otros no pueden darse”. Dicho de otro modo, el campo sacó a los pobres lo que ellos no tienen y eso es un discurso perverso y peligroso. Fue el preludio de la rotura de silobolsas que sigue hasta el día de hoy a catorce años de haber dicho eso.  

El círculo de la violencia vertical también tuvo participaciones de personajes satélites. El piquetero Luis D’elía, que entonces tenía más peso que algunos ministros, en el 2008 golpeó manifestantes en Plaza de Mayo. No hubo repudio sino todo lo contrario: a pocas horas del hecho, D’elía apuntó a la puta oligarquía y su frase célebre que le dijo a Fernando Peña “odio a los blancos”.

Hebe de Bonafini, que no es militante por los Derechos Humanos sino una militante política, llegó a acusar públicamente al entonces vicepresidente Julio Cobos de armar un gobierno paralelo. Esa también fue una de las primeras participaciones públicas de Bonafini que, hoy en día, sigue exclamando su asombrosa pacificación discursiva muy pertinente para la memoria, verdad y justicia.

Las cadenas nacionales fueron la voz amplificada del modelo de Laclau. Un instrumento institucional, solo reservado para casos de gravedad para el país, que fue intrusado por una maquinaria donde se precisaba de la violencia para hacer política. Como hacía Chávez, todo el día había que tener algo para comunicar y afianzar a las tropas internas bajo el ellos y nosotros. Fue la propia Cristina Kirchner quien afirmara “no somos el gobierno de las corporaciones” al momento en que se constituía la patria contratista y el monopolio estatal de medios.

El 24 de marzo de 2011 se llamó a los niños a escupir fotografías de periodistas opositores en Plaza de Mayo. Otra de las grietas fue en el periodismo. El modelo kirchnerista en alianza con Laclau creó la categoría de periodistas opositores para descalificar a cualquiera que se animara a contar los hechos. El periodista que cumplía su labor bajo el profesionalismo ético pasaba, sin escalas, a ser oposición, cargar balas de tinta o escupir editoriales contra la democracia.

Otra de las frases más destacadas de esos años fue “no podemos enojarnos con los que no entienden”. Quienes no asentían el modelo era porque no tenían las facultades cognitivas para entenderlos y con el tiempo ya se darían cuenta de su error. Un razonamiento muy parecido al que esgrimía el poder del conocimiento de la Edad Media cuando apareció la Imprenta de Gutenberg a mediados del siglo XV.

Después de eso vino el vamos por todo. Y por todos. Porque al final, catorce años después, no quedó espacio del país que no haya sido infectado por la frontera divisoria irreconciliable: ¿quién no perdió a un amigo o un familiar por este modelo kirchnerista de Laclau? No por la política sino por quienes precisan de esa violencia para hacer política.

Guillermo Moreno, entonces secretario de Comercio Exterior, llevó guantes de boxeo a Papel Prensa en su lucha contra el Grupo Clarín. El Cuervo Andrés Larroque le gritó atorrante a una diputada nacional de la oposición en el tratamiento de comisiones de la Cámara de Diputados de la Nación.

CONFRONTACION

Con la economía apretando a partir del 2012, comenzó una etapa de radicalización y de paranoia. Al final, parece probable que se terminen creyendo realmente que el mundo conspira contra ellos. Fue la propia presidente Fernández, que entonces tenía el 54% de los votos, quien dijo “el día que nosotros no estén vendrán por el verdadero objetivo”. Un artilugio peligroso e irresponsable sabiendo que le hablaba a una mitad del país.

También se introdujo en la confrontación a ciudadanos de a pie que fueron mencionados o aludidos desde las cadenas nacionales. Estaban el abuelo amarrete que sólo había gastado 45 pesos en su nieto o los saqueos en Córdoba mientras en Plaza de Mayo había un montaje escenográfico.

Se pasaron nuevos límites con el asesinato del fiscal Alberto Nisman. No solamente se ridiculizó al Nisman ya muerto, sino que tampoco se respetó a sus hijas y su madre quienes no recibieron el pésame por parte de la presidente Kirchner ni del gobierno nacional. Se humilló públicamente y se difamó a alguien que ya no podía defenderse porque había aparecido con un tiro en la cabeza horas antes de exponer la denuncia por encubrimiento del atentado a la AMIA.

Solo bastaba no decir nada. Pero en vez de eso, el gobierno de Kirchner sostuvo: “a ellos les dejamos el silencio” cuando una multitud marchaba a lo largo y ancho del país pidiendo justicia por Nisman.

En el 2015 con el triunfo de la oposición se rompió el escenario de sumisión predilecto de la facción nosotros. Ahora pasaban a gobernar ellos, los enemigos que no habían podido aniquilar, por eso era inconcebible pensar un traspaso de mando tranquilo. Esto nunca existió y fue Federico Pinedo, el presidente de un día, que entregó los atributos presidenciales a Mauricio Macri. Como tampoco habían respetado a Julio Cobos en el 2011.

Entre 2015 y 2019 es historia más reciente, pero con peores calibres dado que la facción del nosotros tuvo que aprender a convivir con un Congreso nacional que ya no funcionaba como escribanía y con una calle más activa. La rebelión de los mansos, esa caracterización popularizada en redes sociales fue el límite al modelo de Laclau. Pero sus consecuencias quedan.

No es tampoco cierto que la sociedad entera respalde este modelo de amigos y enemigos: de las últimas seis elecciones perdieron cuatro. Ya no existe la mayoría automática, pero está roto el consenso político y social: Chantal Mouffe, filósofa y politóloga belga y esposa de Ernesto Laclau, dijo que el consenso es peligroso para la democracia.

En las últimas semanas, Argentina experimenta la eclosión de todo lo malo. Sin embargo, hay una teatralidad amplificadora. El país, compuesto por más de 45 millones de habitantes, no se limita a Uruguay y Juncal. La realidad nacional y federal no está en la Ciudad de Buenos Aires solamente.

Hoy, quien en su momento ostentó la atribución cuasi divina de conducir el modelo, tiene niveles de rechazo inimaginables para 2011. Es peligroso porque se rehusará a perder como se rehusó a muchas cosas en el pasado sin importar la vida de millones de personas.

No es tiempos de tibios. Es tiempo de comprender, asumir y pelear contra las consecuencias de un experimento social que no debe volver a repetirse en el país.

* Máster en Política Internacional, Terrorismo y crimen organizado.