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Encuentran el húmero de un prehistórico perezoso gigante con una fuerte mordedura de oso

A LA IZQUIERDA, UNA ILUSTRACIÓN DEL ARTISTA JULIÁN RODRÍGUEZ. A LA DERECHA PUEDE VERSE UNA IMAGEN DEL FÓSIL CON LAS MORDIDAS.

Los fósiles hablan, cuentan historias de hace miles y miles de años para quienes quieran “escucharlas”. Investigadores del Museo Paleontológico de San Pedro, en la provincia de Buenos Aires, hallaron el húmero de un perezoso gigante con signos de una fuerte quebradura sin cicatrizar. Los análisis comprobaron que se trató ni más ni menos que de una mordedura, provocada por un oso prehistórico.

“Fue una verdadera lucha de gigantes. El húmero encontrado mide 65 centímetros y pertenece a la especie Lestodon armatus, un perezoso que, erguido, medía entre 3 o 4 metros de longitud, con un peso de más de dos mil kilos y con garras de 20 centímetros de largo. Y el atacante, un oso perteneciente al género Arctotherium, también alcanzaba fácilmente los cuatro metros, con colmillos de más de 6 centímetros de largo”, describe el director del Museo José Luis Aguilar, en diálogo con la Agencia de divulgación científica de la Universidad Nacional de La Matanza (ACTyS-UNLaM).

El húmero -hueso largo de la extremidad superior- fue hallado en Campo Spósito, un prolífico yacimiento de fósiles ubicado en una zona conocida como Bajo del Tala y que, hace más de 200 mil años, era el lecho de un río. Ya al extraer el fósil, el grupo vio que había algo particular en el descubrimiento.

“Nos sorprendió un poco al limpiarlo porque notamos las dos marcas de quebraduras, con el hueso hundido y sin signos de cicatrización. Nuestra primera hipótesis fue que había sido una pisada, algo común cuando los huesos quedan semihundidos y otros animales pasan por encima”, detalla Aguilar.

Sin embargo, cuando limpiaron la otra cara del fósil, descubrieron que había una marca sumamente similar. “Trabajando articuladamente con el doctor Leopoldo Soibelzon, paleontólogo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata e investigador del CONICET, llegamos a la conclusión de que un gran carnívoro había tomado por el brazo a este animal”, agrega el científico.

Faltaba, una vez aclarada la causa de semejante marca en el hueso, determinar qué especie había sido responsable de ella. “Hicimos un experimento sencillo pero efectivo. En el Museo de San Pedro tenemos un cráneo muy completo del oso Arctotherium, y lo que hicimos fue colocar el húmero recién hallado en sus fauces, simulando la mordida. Y las marcas de los molares, que son los que hacían más fuerza, encajan perfecto en esa mordedura”, resalta Aguilar. Restan, claro, más análisis a los hallazgos.

Los investigadores manejan dos hipótesis. La primera de ellas es que el oso haya encontrado al perezoso ya muerto y se haya alimentado como carroñero. “La otra escena, que consideramos más probable, es que el oso atacó directamente al lestodonte adulto, produciendo esa feroz mordida. La ausencia de cicatrización en las fracturas del hueso, en todo caso, nos lleva a inferir que la mordida se produjo en un momento muy cercano a la muerte del perezoso”, puntualiza.

EL HÚMERO ENCONTRADO MIDE 65 CENTÍMETROS Y PERTENECE A LA ESPECIE LESTODON ARMATUS, UN PEREZOSO QUE, ERGUIDO, MEDÍA ENTRE 3 O 4 METROS DE LONGITUD.

TESTIMONIOS DE ENFRENTAMIENTOS

Para el grupo de investigación, el fortuito hallazgo de este húmero quebrado representa una prueba importantísima en el campo de estudio.

“Se convierte en la primera evidencia concreta que tenemos de una interacción fuerte, en este caso una pelea, entre estos perezosos y osos gigantes, integrantes de la megafauna prehistórica de esa época- analiza Aguilar-. Podemos dar cuenta de que los osos se animaban a atacar a los lestodontes, animales que, además, solían andar en manadas, como pudimos comprobar en un hallazgo hace algunos años de varios ejemplares juntos”.

“Desde hace varios años trabajamos sobre distintas hipótesis vinculadas a la dieta de estos enormes y feroces osos que habitaron América del Sur durante el Pleistoceno. Hemos realizado múltiples análisis empleando diferentes técnicas como la morfometría geométrica, la paleopatología, biomecánica y análisis de isótopos estables”, suma, por su parte, Soibelzon.

Las evidencias, señala el investigador del CONICET, son sumamente relevantes. “El hallazgo confirma la capacidad de estos osos para quebrar huesos y consumir carne de otros mamíferos de gran porte y proporciona una de las primeras evidencias científicas directas de interacción entre la megafauna herbívora y los osos del género Arctotherium”, concluye el investigador de la UNLP.